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14 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE Similar orientación descubrimos en Ai. Michel, cuando estudia el tema del pecado original como problema hermenéutico l6. No obstante las críticas de fondo a que está sometida esta creencia, Michel opina que no ha llegado el tiempo de eliminarla de nuestro credo, sino de re-interpretarla: el pro­ blema del pecado original es hoy un problema de hermenéutica. Para lograr esta auspicada re-interpretación (y revalorización) parece in­ dispensable encuadrar todo el problema en su adecuado contexto doctrinal: — no desgajarlo de la soteriología: no empezar, como suele hacerse, la historia religiosa de la humanidad con la narración de una caída que destrozó el porvenir de la humanidad por los siglos de una forma tan «tonta» [114]. — contener el afán apologético-, como si la condición humana fuese in­ comprensible sin el recurso a la caída originaria y al pecado originado (Pas­ cal); o apelando con excesiva prisa e ingenuidad al «o felix culpa» de la liturgia [115]. — la presentación tradicional propone la enseñanza del pecado original en un ambiente cargado de pesimismo, de fatalidad, como si el cristianismo fuese el anuncio de una «mala noticia» sobre el origen de todos los ma­ les [116]. La psicología y la sociología no estarán de acuerdo con esta ex­ plicación; hasta podrían considerarla como un alibi, una huida de la dura realidad concreta [117]. — los presupuestos científicos y filosóficos de la antigua creencia están sometidos a crítica y dudas insuperables [118], Sin embargo, no se trata de eliminar sino de re-interpretar un símbolo. Para ello, lo primero es reconocer el relato originario sobre el pecado ori­ ginal, su carácter de símbolo: una señal, algo que desde sí mismo remite a otro, como Cristo remite al Padre [119]. Este símbolo ha sufrido una doble deformación: a) La historificación: la narración mítico-simbólica de Gén 2-3 ha sido víctima de una indebida objetivación histórica e incluso metafísica. Siguien­ do la sugerencia de P. Ricoeur hay que dejar que el mito sea mito y desde él mismo buscar su significación [ 120 ], b) La descristificación, consistente en que se dio importancia primordial al Adán primero a expensas de Cristo. La atención prestada a Adán llevaba consigo la paralela marginación de Cristo. Evitar esta «descristificación» debe ser principio hermenéutico básico para todo lo que se diga sobre el pecado original [ 121 ], 16. M . M ichel , Le péché originel, question berméneutique, 113-35. El a. «no pre­ tende elaborar una teología completa del pecado original, sino proponer los principios fundamentales para su interpretación» [134]. Tiene muy a la vista las advertencias de P. Ricoeur y M. Eliade sobre la comprensión e interpretación del mito: no hay que des-integrarlo, sino interpretarlo, y, antes de decir nosotros lo que contiene, conviene oír lo que él quiere decirnos directamente.

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