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EL PECADO OR IG INAL. 13 ahora es partir de la vida y experiencia religiosa de la Iglesia, contemplada como lugar teológico y luego interpretarla críticamente con los documentos del pasado, en abertura hacia una formulación nueva más adaptada a la mentalidad del hombre de hoy [31 ss.]. Respecto a la recordación del pasado, dice, los documentos no hay que leerlos como pruebas de una convicción adquirida, indiscutible, sino como testimonios y expresiones de una creencia en trance de desarrollo. Por eso hay que tener a !a vista la circunstancia y ambiente espiritual, cultural en que sur­ gió la cuestión a la que se quería responder. Por ejemplo, en el caso del pecado original se quería responder a la cuestión de la necesidad de la gracia. Por otra parte, los documentos de la Tradición usan un lenguaje sujeto a las leyes de todo lenguaje: a la relatividad, incompletez del hablar humano. Esto ha tenido últimamente peculiar aplicación para la hermenéutica de los textos del Tridentino. Hay que distinguir en ellos los presupuestos culturales en que se mueven, piensan y hablan y aquello que constituye la intención do­ cente primaria de los mismos. Distinguir entre lo que Tridentino dice «sobre el pecado original y su remedio» y lo que en definitiva quiere afirmar o enseñar al respecto [ 35 ss. ]. La correcta abertura al futuro se logra confrontando aquella experiencia originaria de la Iglesia con la situación cultural-espiritual del hombre de hoy. Hay que realizar, según esto, un análisis de la vivencia de la Iglesia desde la fe; reavivar y revivir, en lo posible, la forma en que tradicionalmente ha ido viviéndose aquella misma verdad y realizar una convergencia de planos y horizontes para lograr la imagen total. Y, por fin, hay que expresar el re­ sultado en un lenguaje actual, críticamente controlado. Control crítico que se referirá al lenguaje mismo, a su contenido lexicográfico, a los procedi­ mientos mentales con que se estudia la cuestión y a la utilización crítica de los presupuestos que sirven de base. Por ejemplo, en el caso del pecado original tenemos el cambio de una mentalidad fijista, de una filosofía esencialista de origen helénico, a una mentalidad evolucionista y a un modo de pensar más personalista y existencial. A tenor de explicado, no se puede menos de asentir a la indicación de Scboonenberg : el intento de reformulación de la doctrina del pecado original y de su adaptación a la mentalidad moderna es, en primer término, un pro­ blema hermenéutico, un auténtico test de metodología teológica [42]. Hay que responder fielmente a la pregunta-interpelación de la fe de entonces, no con aquellas formas de expresión, sino con otras que se muestren más inter­ pelantes e incisivas para el oyente de ahora.

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