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106 ALEJANDRO DE VILLALM ON TE E fectivam ente, d u ran te más de 15 siglos en la predicación sagrada, en la catequesis, en la litu rg ia, en la ciencia teológica, en los docum entos del M agisterio se ha hablado del pecado original como de un dogma básico de nuestra fe cristiana, hasta culm inar en las definiciones del concilio T riden- tino, cargadas del máximo grado de solemnidad do ctrin al. Además, toda esta afirmación, profesión y confesión del pecado original se hacía apoyándose en la P alab ra de D ios. Si ahora una teología crítica y bien fundada exige la eli­ m inación-superación de la do ctrina del pecado original, resu ltaría que la Co­ m unidad de los creyentes, d u ran te siglos, no había en tend ido b ien la P alabra de D ios escrita en la B iblia ni habría oído con la debida fidelidad la voz del E sp íritu que vive y habla en la Iglesia. Llegados a esta altu ra, habría que decir que la discusión en to rno al dogma del pecado original se ha convertido en un caso ex trem adam ente serio d en tro de la teología católica de la segunda m itad del siglo xx. E l tema del pecado original está siendo un test decisivo en la herm enéutica de textos del M agisterio infalible de la Iglesia. Se com prende que la negación del pecado original, solem nem ente definido en T re n to , de prim era impresión, aparezca como un desafío lanzado a la infalibilidad doctrinal de un concilio ecuménico. Cuando se logre d em o strar que no es así, que negando la doc­ trina del pecado original todavía seguimos muy en acuerdo con la intención docente más p ro fund a y valiosa de T re n to , todo el intrincado problem a del pecado original habrá en contrado la auspicada, tranqu ila solución *. A l e j a n d r o d e V il l a l m o n t e * Como complemento de esta serie de artículos sobre el Pecado original, nuestros suscriptores recibirán, juntamente con el próximo fascículo de nuestra revista, un apén­ dice con la Bibliografía general.

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