PS_NyG_1978v025n001p0003_0106

104 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE vicios». Las m encionadas verdades básicas se explican m ejor sin el recurso a la hipótesis del pecado original [ 1 8 9 ]. Para D. Fernández llegó el m om ento en que la teología científica, la pasto ral y cura de almas deben dejar el pecado original, pues es algo que carece de realidad objetiva. N i siquiera en sentido «análogo» debe hablarse de tal pecado; ya que no hay tal analogía y no sirvió más que p ara engen­ d rar equívocos y confusiones d u ran te siglos [ 1 6 ] . «E l pecado original ¿m ito o realidad?», es el títu lo d e su libro. Parece indudable qu e D. Fernández se ha decidido por considerarlo ya como un mito. E s del to d o loable la decisión ésta d e elim inar un a do ctrin a m a n te­ n ida como «dogma» d u ran te siglos. Pocos teólogos católicos, po r estos años, lo hacían en form a tan convencida, clara y razonada. P o r razón del «género literario » del libro — u n estud io de teología p astoral— no se ofrece toda la docum entación ni se d an todas las matizaciones exigibles en un estudio riguro sam en te científico-crítico. P ero , las afirmaciones son válidas, a nu estro juicio, y la m isma argum entación (aunque sin aparato crítico ) es sólida y segura. La aportación de D. Fernández queda del todo abierta a una previ­ sible solución de conjunto en un futuro próximo. E n ellas, se tocan cantidad de cuestiones que h an de ser objeto d e estudio más m inucioso po r p arte de los teólogos interesado s en el problem a. ¿Q u e nos queda, pues, del «dogma» del pecado original? Sobre el pecado original, decía L u tero , «fabula la tu rb am u lta de los teólogos en variadas form as» I9. E speram os que ninguno de nu estro s lec­ to res haga suya toda la m ordacidad de la frase lu teran a. Sin em bargo, es n o rm al que se p regun te, in tra n q u ilo y escéptico: después de estu d iar tan variada problem ática, después d e ta n tas críticas, teorías, pregun tas, ensayos, soluciones divergentes de tan to s teólogos, ¿con qué nos quedamos en la cuestión del pecado original? T an inevitable y justificada como está la p re­ gun ta, así de com p rom etedo ra y difícil es la respuesta. E n todo caso, nos­ o tro s no podem os darla ahora mismo ; tenem os que te rm in ar ya. D igamos, sin em bargo, que p ara o b te n er una respuesta razonablem ente satisfactoria, habrían de seguirse estos pasos: 1 .° Hacer balance de la tarea cumplida. E s indispensable ya hacer una síntesis, p rese n tar una visión de conjun to de los problem as p lan teados, de la m etodología con que se les ha tratad o , de los resu ltados ob ten ido s a lo largo d e veinticinco años de investigación teológica en torno al dogma del 19. J. Gross, Geschichte des Erbsiindendogmas, IV , 352.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz