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E L PECADO OR IG INAL. 103 b re, bajo el influjo de la gracia y bajo el influjo del pecado que reina en el m undo, decide su destino para toda la etern id ad . N o se define, por con­ siguiente, de un modo co rrecto la realidad objetiva cuando, olvidándose de la llamada de D ios a la vida eterna y de la redención de C risto, se afirma solam ente que el hom b re nace en «estado de pecado original» [ 1 7 0 ]. Así, pues, lo correcto para D. Fernández, será decir que cada hombre al llegar a la existencia y antes de cualquier decisión personal, en virtud a la llamada y destino a la vida eterna, de la voluntad salvífica de Dios — verdadera, sincera y operosa— se ha de calificar como un agraciado de Dios; estado de aceptación divina que es prcpersonal, antecedente a cualquier decisión personal. La relación de «¿/-«««»-aceptación sólo se romperá cuando el hombre lo haga por libre deci­ sión rebelde contra Dios, por rechazo de Dios como vida eterna y fin último de su existencia personal. O tros aspectos secundarios completan esta visión general: La relación en tre el pecado actual y el original no hay que verla como si el original — caso que siga hablándose de él— provocase indefectiblem ente el pecado p ersonal, según parecen propon er teólogos, como G relot, los defensores del pecado del m undo , Vanneste [1 4 6 s .]. E lim inada la figura de Adán y el pecado originante cualificado, no tienen sentido ya tem as como los de la concupiscencia, la vo lun taried ad del pecado original, los dolores-m uerte como consecuencias del pecado [1 7 3 -6 ]. El bautismo de los niños no pre-exige el estado de pecado, «se justifica suficientem ente por razón de los efectos positivos de santificación y agregación al C uerpo m ístico de C risto , que obra el bautism o, aun p rescindiendo de la cuestión del «pecado origi­ nal» [ 1 7 7 ]. La nueva perspectiva para seguir estudiando el tema del pecado original habrá de ser ésta: 1) P a rtir de C risto y de la solidaridad en E l para la salvación; 2) la teología del pecado sólo tiene razón de ser como réplica a la teología de la gracia y de la redención; 3) en tram o s en un m undo en que están p re­ sentes y operan tes las fuerzas del mal y las de la gracia. Ambas definen el esta tu to teológico de cada hom b re; pero la gracia de C risto es lo p redom i­ n an te y p rev alen te. Lo prim ero es la gracia de la llam ada y del deseo sincero d e D ios de salvar al hom bre (elección y vo lun tad salvífica) [1 8 4 -9 ]. «Ad iós sin nostalgia» al «dogma» del pecado original. E s una verdad que no está expresam ente enseñada en la B iblia, surgió ante la necesidad de sal­ vaguardar verdades cristianas más básicas, como la universalidad del peca­ do en los hom b res, p roclam ar la universalidad absoluta de la redención de C risto, lib erar al D ios bueno de la responsabilidad del mal que reina en el m undo. Ha cumplido su misión. La teología actual no necesita sus «ser

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