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102 ALEJANDRO DE V ILLALM ON TE gica del pecado original se apoya sobre falsos pilares» ,8. P ero , aunque no se hace una investigación científica rigurosa sobre el tem a, tien e indud able in terés en el sen tido en que lo propon e el au to r: como constatación de una situación nueva que se abre paso en grupos cristianos cada vez más amplios. Un primer paso más fácil, es la elim inación del «estado de justicia o ri­ ginal»: no tiene fund am en to en la Biblia; quiso ser una solución (-mala solución) al problem a del mal. «No existió tal estado paradisíaco. Es una ficción y un sueño del corazón hum ano» [ 1 2 5 ] . N o es un estado histórico. P o r desgracia, D. Fernández m ira con sim patía la teoría de Flick-Alszeghy sobre la posesión virtual, po r los hom bres prim eros, de tal estado. Respecto al pecado original, en sí m ismo, se define como una privación positiva de la gracia. N o ve el a. cómo podría hablarse de tal privación en referencia a los niños, sin m atizar tal afirmación. Adm itam os que el recién nacido no tenga la gracia como habitus santificante. «P ero todo hombre actual nace en un mundo abierto a la salvación y a la gracia, con un destino a la vida eterna. Dios llama a cada hombre, desde que es hombre, a participar de su amistad y de su vida divina. Esto es algo muy real y más importante que lo que se ha llamado " pecado original” . Si el hombre nace "virtualmente pecador” , como dicen los autores modernos, con mayor razón podemos decir que nace ''virtualmente hijo de D ios” , si no rechaza la invitación amorosa de D ios » [1 4 3 ] (subrayam os). A poyándose en 1 Cor 7, 14 recuerda que los hijos de los cristiano s son llamados « santos » por P ablo. D esde luego, no hab rá que pen sar en la san­ tid ad que confiere el habitus d e la gracia, pero el a. piensa «que esta exp re­ sión caracteriza m ejor la realidad qu e la expresión pecado original » [ 1 4 4 ]. Podem os decir que el hom b re llega a la existencia sin la gracia santificante que hace p articip an te de la vida divina. P ero , es seguro que ello no acon­ tece por culpa de Adán [ 1 5 0 ]. «P ero esto es solam ente un aspecto de la realidad. N o define adecuada­ m ente el e sta tu to teológico del hom b re qu e viene hoy a la existencia. P o r­ que to d o hom bre nace también con una vocación a la vida etern a y al diá­ logo con D ios, y esto afecta in te rn am e n te al hom bre, aunque no pueda equipararse al estado de gracia santificante. P o r eso pienso que el estado del niño que nace en este m undo redim ido p o r Jesu cristo y llamado a p ar­ ticipar de la vida eterna, no puede definirse como «v erd ad ero pecado», «m u erte del alma», «enem igo de D ios», «esclavo de satanás» y o tras expre­ siones sem ejantes con las que lo han caracterizado los teólogos» [ 1 5 0 ]. «C reo que el hom bre no nace bajo la maldición de D ios, sino en un m undo de redención y de pecado, de salvación y de perdición, en el cual cada hom ­ 18. El pecado original ¿mito o realidad?, 15.

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