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EL MATRIMONIO. 5 2 9 mientos y eficacia, señalando que en anticonceptivos orales el consumo español es ocho veces superior a la media mundial. Dejó de lado como inmorales los que llamó «barreras mecánicas» y rechazó de plano, incluso por razones es trictamente médicas, el «coitus interruptus», comentando los métodos que impiden la anidación, los que básicamente inhiben la ovulación y el método de continencia periódica o de Ogino-Knaus. El primero de estos tres grupos plantea el problema de la vida humana en ese que llamó «rubicón» biológico de la anidación, donde se detienen o interrumpen su desarrollo el cincuenta por ciento de los óvulos fecundados. Constatando la dificultad de considerar científicamente aborto o no a este impedimento, cree que es la filosofía o la teología la que tiene que dilucidar su moralidad. Sobre el método del ritmo, el único —dijo— al que la Iglesia Católica no pone reparos morales, hizo observaciones de interés muy vario: preten didas consecuencias de abortos o taras genéticas, su discutible conformidad con la naturaleza y la dificultad de su aplicación práctica, que exige una escrupulosidad sólo posible a personas de un cierto nivel cultural. Los anticonceptivos hormonales son los más profusamente usados en España — recalcó— . Desde el punto de vista médico no habría objeciones de mayor fuerza contra su empleo. Respecto a si es un método natural, el ponente lo encuentra similar al método del ritmo. ¿Qué hacer ante situa ciones en que el empleo de los anovulatorios con fines anticonceptivos apa rece como el medio más lógico (la abstinencia total no entraría en considera ción) para no exponerse a riesgos gravísimos? El Dr. Del Sol dejó esta pre gunta a la consideración de los responsables de la Iglesia pidiendo respon dieran urgentemente. Dijo que la postura del Concilio Vaticano II y de la «Humanae vitae» necesita aclaraciones nuevas en la dirección que sea; pero que es preciso romper un silencio oficial que sólo engendra confusión. Y la cosa quedó así. REFLEXIONES FINALES Tal fue la Semana. Sinceramente confieso que eché de menos la valora ción ascética, evangélica, de las exigencias matrimoniales como en la Iglesia Católica se han entendido: en la teología dogmática y espiritual. Se justifica, sin duda, la crítica de concreteces que, inspiradas en el ideal del Evangelio, se encuentran ya superadas actualmente en su expresión ma terial. Los avances científicos de la antropología, psicología, sociología, etc., ofrecen nuevas precisiones y perspectivas que pueden afectar a ciertos con tenidos humanos de la actitud religiosa. Lo que no puede el teólogo cató lico es aceptar las categorías nuevas desconectándolas del programa evangé lico; pues dejarán fatalmente de ser concreteces de ese ideal. Aquí el Ma gisterio de la Iglesia es pieza clave.
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