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5 0 4 E N R IQ U E R IV E R A gración; pero al mismo tiempo juzgamos necesario tener en cuenta la ten­ sión que ha percibido M. Blondel entre los mismos: pura liberalidad en la vertiente del D e u s ca rita s e s t y un peligro de cierto dinamismo panteísta neoplatónico en la otra vertiente del « B o n u m e s t d iffu s iv u m s u i» . La última sección de la obra, L e s ca p u c in s a l ’é c o l e d e s a in t B o n a v e n tu r e , clama por un libro aparte en el que no sólo se estudie la legislación en torno al tema, sino —y es esto más valioso y constructivo— que se exponga lo mucho o poco que los capuchinos han realizado como alumnos de la escuela de san Buenaventura. 3. La obra del joven profesor venezolano, Antonio P érez E stévez , E l c o n c e p t o d e m a te ria al c o m ie n z o d e la e s c u e la fra n cisca n a d e P a r í s 3, se va leyendo con un creciente interés. Está motivada por un silencio injustificado de E. Bloch en su conocido estudio sobre A v ic e n a y la iz q u ie r d a a risto té lic a . Los arabistas no han recibido con favor esta obra. Por su parte, nuestro autor la declara al estudio «falto de seriedad». Se requiere hoy cierta auda­ cia para criticar a Bloch. A. Pérez Estévez no ha tenido reparo en enfrentarse con su postura en este bello estudio. Frente a él se presentaba toda la escuela franciscana del siglo xm. Pero se limitó a dos grandes pensadores: san Buenaventura y Ricardo de Media- villa. A ambos tributa grandes elogios, sobre todo a san Buenaventura, a quien no duda en apellidar «genio, cuyo auténtico valor es hora de que se comience a apreciar en su justa dimensión» (p. 60). El contenido de la obra gira entre los dos polos de la concepción de la materia: la fo rm a lis ta , defendida en la tradición aristotétlico-tomista y la m a te ria liz a n te , que E. Bloch quiere ver nacer en Avicena, ascender durante la edad media en Amalrico de Bene y David de Dinant, para culminar en la obra de G. Bruno, ya en pleno Renacimiento. En la primera concepción prima la forma sobre la materia, que es tan sólo una realidad meramente potencial con los atributos negativos que acompañan a esta nota. En la se­ gunda, por el contrario, tiene primacía la materia, principio generador de todo ser. A. Pérez Estévez advierte que la escuela franciscana sigue una vía media. Eleva la dignidad de la materia hasta hacer de ella una realidad en acto, ordenada a la forma, pero con un valor en sí. Tal valoración hace que san Buenaventura no vea contradicción en que Dios pueda hacer que la ma­ teria exista separada. Ricardo de Mediavilla da un paso ulterior y no tiene reparo en admitir una clara posibilidad. Es decir, que si se comparan entre sí san Buenaventura y Ricardo de M. se advierte en éste una acentuación del valor de la materia hasta ponerse en línea, según el autor, con quienes en la edad moderna harán de la materia el origen fontal de todo ser. 3. Antonio P é re z E sté v e z , El concepto de materia al comienzo de la escuela fran­ ciscana de París, Maracaibo, Univer. del Zulia 1976, 15,5 X 22, 141 pp.

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