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P E N S A M IE N T O Y V ID A E N E L . 503 lución que exige siempre tiempo, cuando en el mismo libro, bien pequeño en páginas, se hallan los supuestos extremos de la misma. Tiene presente C. Berubé otra evolución propuesta por algunos entre una visión triunfalista de- la razón en la teología de san Buenaventura y otra que quiere percibir en él a un precursor de la teología de la historia, de la sola Escritura y de la teología de la Cruz. Al fondo de toda esta temática se halla la figura de san Francisco con sus llagas y con su mensaje de amor. Pensamos que en esta ocasión C. Berubé nos quiere más bien informar de esta sugestiva temática. Deja, por lo mismo, la cuestión pendiente, la cual, sin duda, merece un estudio detenido. Lo esperamos de él. Nos atre­ vemos, sin embargo, a anticipar el que san Buenaventura no se desdice de su pensamiento anterior, sino que avanza siempre en profundidad, propo­ niendo nuevas perspectivas. Sólo así entendemos la evolución en el mismo. Largos años de reflexión nos han llevado a esta actitud que conceptuamos muy fundada. Otro tema importante en la obra, si atendemos al subtítulo habría que juzgarlo central, es el diálogo de san Buenaventura con Rogerio Bacón. Muy probablemente nunca de hecho dialogaron. Pero C. Berubé expone el diá­ logo según hubiera tenido lugar si de hecho se hubiera verificado. El tema del mismo versaría sobre la importancia del saber humano en la interpreta­ ción de la Escritura. C. Berubé subraya que el diálogo se hubiera roto por las distintas posiciones antitéticas. San Buenaventura se atiene a la palabra divina con cierta exclusividad, mientras que R. Bacón pone al servicio de la misma todo el saber humano. Esta interpretación del posible diálogo entre ambos doctores nos parece demasiado tensa. C. Berubé podía haber leído una aproximación entre ambos en D e r e d u c tio n e a rtiu m ad th e o lo g ia m . Tam­ poco ha leído en las C o lla tio n e s in H e x a e m e r o n , col!. XIX , más que un re­ proche a la filosofía, cuando detrás del reproche, san Buenaventura declara que la filosofía puede y debe contribuir al esclarecimiento de la verdad teo­ lógica. El doctor medieval, en su metodología muy pensada, la señala un puesto después de la Escritura, los SS. Padres y las Sumas de los Maestros. Es decir: se le asigna un cuarto lugar. Pero ahí está. No creo que R. Bacón pusiera a la filosofía en otro puesto. Lo que sucede es que Bacón conoce mucho mejor que san Buenaventura los saberes positivos. De ahí la impor­ tancia que da a los mismos. Pero no con el fin de suplantar a los teológicos y escriturarios, sino con el de ayudarlos. Nunca debiera olvidarse que R. Bacón es un espíritu esencialmente místico. Y desde su visión mística parece necesario interpretar también sus genialidades cienttíficas. Otros aspectos de gran valor y discutibles pudieran señalarse en esta obra. Pero no queremos silenciar la conjunción que establece C. Benibé en el tema de Dios entre la visión de san Juan, D e u s C h a rita s e s l y la del Pseudo-Dionisio, Dios como « B o n u m d iffu s iv u m s u i» . Aceptamos la inte

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