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4 9 8 E N R IQ U E R IV E R A La obra está dispuesta en once capítulos, cuya contextura queremos ex­ poner, para que el lector pueda prospectar su contenido y su riqueza. El primer capítulo hace pasar delante de nosotros el marco histórico- social de la época. Se detiene sobre todo el autor en resaltar las conexiones de la cultura árabe con la cristiana: primero, en Ripoll y Vich durante los siglos X y xi y más tarde, durante los siglos X II y X m en Castilla, con su gran centro cultural de Toledo. Pero es en la corte de Jaime I, más cristiana que la civil de Alfonso X, donde se dan cita los múltiples temas del mundo cristiano: la política eclesial de cruzada; la vitalidad de las nuevas órdenes mendicantes; la vida de los trovadores; el alza del habla popular a género literario; las polémicas intelectuales con los filósofos del Islam. El segundo capítulo descarta de la vida de R. Llull lo que de postizo y novelesco se le añadió. Y muestra cómo su vida tuvo por meta la conversión de los infieles y la composición de obras intelectuales que facilitaran la con­ versión. Bello capítulo, impregnado de ese calor entusiasta que irradian las grandes figuras, como la de R. Llull: creatura que encarna una época; que muere y vive psíquica y espiritualmente joven; «almogávar del pensamien­ to» y «la más universal aportación hispánica al pensar de la edad media». Examina el tercer capítulo los orígenes del pensamiento luliano como forma mentis y como forma vitae. Su forma vitae se inspira en el ideal caba­ lleresco, que declina en su tiempo, pero al que desea revitalizar. A este ideal caballeresco aúna la espiritualidad franciscana, intensamente vivida en lo que tiene de praxis, que le mueve a ingresar en la Tercera Orden de san Francisco. También su forma mentis la inserta el profesor Cruz Hernández en la tradición franciscana, afirmando de ella que «es quizá la última gran sín­ tesis franciscana del agustinismo avicenizado». Los capítulos cuarto y quinto, que conceptualizamos centrales, estudian lo más peculiar del pensamiento luliano: su «arte» y su «árbol de la cien­ cia». En primer término se nos advierte que se habla aquí de «arte» en el sentido caballeresco del vocablo, es decir, para significar la estrategia que ha de utilizar el caballero para vencer. Debido a este paralelismo que esta­ blece R. Llull, puede escribir Cruz Hernández que el arte luliano es «una lógica para caballeros a nivel de la Tercera Orden franciscana». Desde el punto de vista de la estructura interna de la misma se mantiene la tesis de un influjo predominante de la lógica árabe, especialmente de la de al- Gazzálí. Esta Lógica nova florece en lo que Llull llama «El arbre de sciencia», que es «una gigantesca y excepcional aplicación del método de la analogía simbólica». Este arbor scientiarum, que la cosmovisión luliana secciona nada menos que en dieciséis árboles distintos, viene a ser una enciclopedia del saber, tal como la organizó la mente de R. Llull.

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