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PENSAMIENTO Y VIDA EN EL. 515 Orden, tiene que provenir del testimonio de « s e r » . Como estribillo repite la conocida frase latina: « P lu s e x e m p lo q u am v e r b o » . El franciscano debe hacer su camino, más que discutiendo si son 25, 27 ó 28 los preceptos de la Regla, eminentes, equipolentes, etc..., realizando la consigna de san Fran­ cisco: «No litiguen, ni contiendan, sino que sean mansos y humildes...». En la realización de la « m in o r id a d » ve la clave de nuestro posible atractivo. Otros motivos que pudieran darse, acaban en ser a menudo harto desilusio- nadores. Hace notar que casi todos los que ingresan en la Orden, inducidos por ejemplos preclaros en el campo de las ciencias, artes o letras, vienen a fallar a la larga. Es también la «minoridad» vivida la mejor garantía de per­ severancia. Para los sacerdotes obreros tiene una delicada atención apostólica. Pue­ den responder a una llamada. Pero no acepta lo que tan lamentablemente cunde hoy en más de uno: buscar en un trabajo secular un instrumento de promoción humana. Jamás, afirma C. Koser, puede cuestionarse que el sacerdocio no tenga en sí y por sí todos los requisitos necesarios para la más plena de las promociones humanas. Los planes de formación de la juventud son valorados justamente por C. Koser. Y hasta los cree necesarios. Pero previene contra la multiplicidad de planes y programas. Y nunca, declara, es lícito pensar que un centro de formación es una fábrica de coches que salen a la calle en conformidad con una patente. De aquí el que haya que insistir, más que en reglamentos, en crear convicciones en los jóvenes educandos. Contra lo que ha sucedido en la última generación, durante la cual los saberes eclesiásticos se recibían en las aulas y las convicciones se adquirían por el ambiente y por la calle. En contacto con las íntimas exigencias de la comunidad C. Koser insis­ te en la necesidad de insertarse en la misma. De ahí el que suscite reparos muy serios a las mini-fraternidades, especialmente durante el período de for­ mación. Tal vez posibiliten la madurez psicológica, pero hacen casi impo­ sible la inserción dentro de la comunidad o provincia religiosa en la que se ha de vivir. Esto y la casi imposibilidad de lograr una formación intelectual adecuada son los grandes obstáculos que C. Koser ve surgir en las mini­ fraternidades. Por el contrario, propone en perspectiva, como gran realiza­ ción humana y franciscana, el que llegue un día en que jóvenes, hombres maduros y ancianos, puedan entrar plenamente en un juego coloquial. Im­ posible en las minifraternidades y panorama esplendente en otras con ma­ yor número de miembros. Por lo que toca a la lucha por la justicia en el mundo, la siente en lo vivo C. Koser, que es brasileño. Muy de notar por cuanto el Brasil es una nación en la que se ha sentido vivamente los problemas del Tercer Mundo. Sobre el modo de actuar en esta lucha nos permitimos recoger sus mismas palabras: «Yo creo que debemos hablar con las personas, y el día en que

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