PS_NyG_1977v024n003p0497_0516

506 E N R IQ U E R IV E R A paña y se detiene con preferencia en las obras místicas que fueron las más conocidas. Interesante sobremanera es lo referente a las cátedras de san Bue­ naventura en nuestras universidades, siendo de notar que fuera la Univer­ sidad de Osuna la primera en abrir cátedra del mismo hacia 1560. Otro punto, lamentable, pero históricamente para ser recordado, es la retirada de los Observantes, al prohibírseles la entrada en las Universidades desde principios del siglo xvi a finales del siglo xvn. El conocimiento del pensa­ miento franciscano se resintió de ello hasta nuestros días en los que nos toca redimir tanto tiempo perdido. La segunda conferencia de Alvaro Huerca, L a h u ella d e san B u e n a v e n ­ tu ra e n F ra y L u is d e G ra n a d a , nos brinda un panorama del tema que se inicia en un ambiente muy franciscano, hasta recordar las frases que A. Valbuena Prat dedica al franciscanismo de Fray Luis. Pero todo esto luego decae, para, al final, decirnos el dominico del siglo xx que las notas del dominico del siglo xvi han sido estas tres: g ra n a d ism o , d o m in ic a n is m o y a b e rtu ra a to d o s lo s v a lo r e s e sp ir itu a le s . Lo demás lo juzga inesencial y anec­ dótico. ¿Diría lo mismo una crítica imparcial y exigente? La tercera conferencia de Melquíades Andrés, I n flu e n c ia d e san B u e ­ n a v en tu r a en la m ís tica e sp a ñ o la d e la ed a d d e o r o , aborda con máxima exi­ gencia de investigador los orígenes de nuestra gran mística española. Frente a la tendencia a dar la primacía, por lo que toca a sus fuentes, al influjo nórdico renano-flamenco, M. Andrés subraya como más decisivo el influjo mediterráneo, siendo san Buenaventura la figura señera del mismo. Los orígenes de nuestra mística, según este investigador, hay que buscarlos en la gran corriente de espiritualidad franciscano-benedictina. Basta el enuncia­ do del tema para comprender la importancia de esta conferencia y para pedir que el investigador siga dándonos frutos cada día más maduros en su investi­ gación de la teología y de la mística. ¿No ha llegado el momento de que inicie o madure su trabajo el H. Brémond español, que estudie y exponga en grandes volúmenes la historia de la alta y honda espiritualidad hispánica? 5. Concluimos esta sección con una referencia breve al denso estudio de Wilhelm Perpeet, A e s t h e t ik im M i t t e l a l t e r 5. El libro, pequeño en dimen­ sión, ofrece una perspectiva histórica sobre el tema de la Belleza de extra­ ordinarias dimensiones. Niega que este tema haya alcanzado rigor sistemá­ tico hasta san Buenaventura, al centrarlo éste en la realidad Transcendente. Entonces llega la belleza a cristalizar en sistema — S ie is t in S y s te m g e - w o r d e n — . Penetra el autor en el mundo antiguo y anota cómo la belleza fue deses­ timada por la filosofía estoica y por el mundo romano con sus preferencias por la « v ir tu s », en cuanto cristalización de la energía y del vigor. Y hasta 5. Wilheim P erp e e t, Aesthetik im Mittelalter, Freiburg ¡m Br., Karl Alber 1977, 12,5 X 21, 121 pp.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz