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4 7 4 RICARDO MARIMON BATLLO ción hecha por Cristo y... la ofrece junto con él»7. Y así, precisa Pío XII, «los líeles participan de una doble manera: ofreciendo el sacrificio no sólo por manos del sacerdote, sino en cierto modo juntamente con él» ( A A S 1947, 555-6). La distinción será luego invocada por el Vaticano II (SC 48, etc.). Ofrecen por manos del sacerdote «porque el ministro del altar representa a la persona de Cristo Cabeza, que lo ofrece en nombre de todos los miem­ bros» ( A A S 1947, 556; v. M y s tic i C o r p o r is , en A A S 1943, 232-3). Y lo ofrecen juntamente con el sacerdote «no... porque realicen el rito litúrgico visible de la misma manera que el sacerdote, como es propio del ministro destinado a ello exclusivamente por Dios, sino porque unen sus alabanzas, peticiones, expiaciones y acciones de gracias a las del sacerdote y hasta a las del mismo Sumo Sacerdote, para que en la misma oblación de la víctima sean presentadas a Dios» ( A A S 1947, 556). Y hay más. No basta ofrecer el sacrificio de Cristo víctima por manos del sacerdote y juntamente con él. Además «es preciso que se inmolen a sí mismos como hostias» ( A A S 1947, 557). Lo cual fue ya enseñado por Pío XI en la M is e r e n tis s im u s R e d e m p t o r (v. A A S 1928, 170-2). Aduce Pío XII las enseñanzas de San Pedro, según el cual somos " c o m o un a o r d e n d e s a c e r d o te s s a n to s (para) o fr e c e r v ictim a s e s p ir itu a le s a g ra d a b les a D io s p o r J e s u c r is to ” (1 Pe 2, 5); de San Pablo que nos exhorta a ofrecer nues­ tros " c u e r p o s c o m o un a b o s tia v iv a , sa n ta y a g ra d a b le a su s o j o s ” (Rom 12, 1 ); y las del P o n tific a l R o m a n o en el que el Obispo invita a los fieles a ofre­ cer sobre el altar el sacrificio de nuestros vicios y virtudes: «Ofrézcase en este... altar el culto de la inocencia, inmólese la soberbia, sacrifiqúese la ira, mortifiqúese la lujuria y toda lascivia, ofrézcase en vez de tórtolas el sacrificio de la castidad y en vez de pichones el sacrificio de la inocencia» 8. Así, pues, precisa Pío XII, cuando estamos junto al altar, hemos de trans­ formar nuestra alma de manera que se extinga en ella todo lo que sea pe­ cado y se renueve intensamente y se robustezca cuanto engendra la vida eter­ na por medio de Jesucristo, de modo que nos hagamos —junto con la Hos­ tia inmaculada— víctimas aceptables al Eterno Padre», transformándonos en una viva «imagen de nuestro divino Redentor, según aquello del Apóstol, E s to y c la v a d o ju n ta m e n te c o n C r is to en la C r u z ; v iv o y o , o m á s b ie n n o s o y y o e l q u e v iv e , e s C r is to q u ie n v i v e en m í» (Gál 2, 19-20; A A S 1947, 558-9). Es así como para Pío XII los fieles cristianos se hacen «una hostia juntamente con Cristo» ( I b . ) . Evidentemente la doctrina del sacerdocio de los fieles está ya decidida­ mente propuesta por la M e d ia to r D e i, y el Vaticano II no ha tenido más que recogerla e ilustrarla con nueva luz. Incluso en algunos puntos se ha contentado con repetirla o resumirla. 7. D e Missa 2, 4 en Contr. D e Eucbaristia, 1.5. 8 . Ponlificale Romanum, D e Altaris consecralione, praefatio.

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