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4 7 2 RICARDO MAR1MON BATLLO 5. L a e n c íc lic a Mediator Dei et hominum. E l s a c e r d o c io d e C r is to , e l m in iste ria l y e l d e lo s fie le s La encíclica M e d ia to r D e i e t h o m in u m puede llamarse la carta magna del sacerdocio. Pío XII expone en ella con amplitud y precisión la natura­ leza del sacerdocio de Jesucristo, del sacerdocio ministerial y del de los fieles en relación con el sacrificio eucarístico. Jesucristo es «el Mediador entre Dios y los hombres (1 Tim 2, 5), el gran Pontífice que penetró hasta lo más alto del Cielo... (Heb 4, 14), el cual... mientras vivió en esta tierra no sólo anunció el comienzo de la re­ dención y declaró inaugurado el Reino de Dios, sino que se consagró a pro­ curar la salvación de las almas con su continua oración y ofrecimiento, has­ ta que se ofreció al fin a sí mismo en la cruz, como víctima inmaculada pa­ ra limpiar nuestra conciencia de las obras muertas y para que sirviésemos al Dios vivo (v. Heb 9, 14)» ( A A S 1947, 521-2). «...Apenas el Verbo se hizo carne (Jn 1, 14) se manifestó al mundo dotado con el oficio sacerdotal, ha­ ciendo un acto de sumisión al Eterno Padre, que había de durar todo el tiempo de su vida: al e n tr a r en e l m u n d o , d i c e ... H e m e a q u í q u e v e n g o . .. p ara c u m p lir , ¡o h D io s !, tu v o lu n ta d ... (Heb 10, 5-7), acto que se completó de modo admirable en el sacrificio cruento de la cruz: E n esta v o lu n ta d , p u e s , s o m o s s a n tific a d o s p o r la o b la c ió n d e l C u e r p o d e J e s u c r is to h ech a u n a so la v e z (Heb 10, 10). Toda su actividad entre los hombres no tuvo otro fin... únicamente la gloria del Padre y la santificación cada vez mayor del hombre» ( A A S 1947, 526-7). Reaparece aquí el concepto del sacerdocio de Jesucristo de Pío XI en la Q u a s p rim a s como especificado por su ofrecimiento como víctima de nuestros pecados. Reaparece igualmente la idea de la M is e r e n tis s im u s R e d e m p t o r de que Jesucristo es el único que ofreció un sacrificio aceptable a Dios, y la de A d c a th o lic i s a c e r d o tii de que Jesucristo con su sacerdocio renovó el gé­ nero humano y lo elevó a un culto más excelente. Pero Pío XII además pre­ senta la acción sacerdotal de Jesucristo para con el Padre y los hombres apun­ tando a la identidad de sentido entre el ofrecimiento en la cruz y su actividad misionera. El sacerdocio ministerial, por su parte, tiene su origen y funda su na­ turaleza en que «quiso... el divino Redentor que la vida sacerdotal por él iniciada en su cuerpo mortal con sus oraciones y su sacrificio, en el trans­ curso de los siglos no cesase en su Cuerpo místico que es la Iglesia; y por esto instituyó un sacerdocio visible, para ofrecer en todas partes la oblación pura (Mal 1, 11)... La Iglesia, pues, fiel al mandato de su Fundador, con­ tinúa el oficio sacerdotal de Jesucristo sobre todo mediante la sagrada li­ turgia. Esto lo hace ante todo en el altar, donde se representa perpetua

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