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4 7 0 RICARDO MARIMON BATLLO sión de mediadores entre Dios y los hombres, y consagrados de lleno... a lo que se refiere a la Divinidad...». Sigue con la definición genérica de la carta a los Hebreos, «un hombre to m a d o d e e n t r e lo s h o m b r e s y c o n s titu id o e n b ie n d e lo s h o m b r e s p ara las c o s a s d e D io s (Heb 5, 1)» y afirma el Papa que «su oficio no tiene por objeto las cosas humanas transitorias... sino las divinas y eternas» ( A A S 1936, 9). Con San Pablo reduce más el ámbito de aquella definición y afirma que los sacerdotes cristianos son « m in is tr o s d e C r is to y d is p e n s a d o r e s d e lo s m is te r io s d e D io s (1 Cor 4, 1)», y que por tanto «son instrumentos del Redentor para continuar a través de los tiem­ pos su obra admirable con la que renovó a todo el género humano y lo elevó a un culto más excelente». Y sigue Pío XI: «Más aun, el sacerdote... es o t r o C r is to , puesto que desempeña el oficio de su misma persona, según aquello, c o m o e l P a d re m e e n v ió a m í, a sí o s e n v ío y o a v o s o t r o s » (Jn 20, 2 1 ; A A S 1936, 10). Y expone a continuación la naturaleza del sacerdocio ministerial a partir de los poderes y acción propia del mismo. Según la doc­ trina de Trento, «Jesucristo en la última Cena instituyó el sacrificio y sacer­ docio de la Nueva Alianza... a fin d e d e ja r a su am a d a E s p o s a la Ig le sia u n s a c r ific io v is ib le . .. u n a so la e id én tic a e s la v íctim a y q u ie n la o f r e c e a h o ra p o r e l m in is te r io d e lo s s a c e r d o te s , e l m ism o q u e s e o fr e c i ó e n t o n c e s e n la c r u z » ( A A S 1936, 11-12)'. Su doctrina sobre el sacrificio de la Misa y sobre el sacerdocio es, pues, la enseñada ya por el Concilio de Trento. Sin embargo nos parece nuevo lo que Pío XI enseña acerca de la acción principal del sacerdocio ministerial, que es el ofrecimiento del sacrificio en el que el sacerdote ejerce sus poderes sobre «el mismo Cuerpo de Cristo», y que hace que su sacerdocio sea algo excelso. Los restantes poderes, en cambio, sólo dicen relación al «Cuerpo Místico» ( A A S 1936, 12). Es también notable en esta encíclica la renovación de las enseñanzas de Trento sobre el carácter sacerdotal: «tan excelsos poderes conferidos al sacer­ dote por un sacramento instituido para ello, no son en sí transitorios y pasa­ jeros, sino estables y perpetuos, unidos como están a un carácter indeleble impreso en el alma, por el que ha sido constituido s a c e r d o te p ara s ie m p r e (Sal 109, 4), a semejanza de Aquél de cuyo eterno sacerdocio ha sido hecho partícipe» ( A A S 1936, 15). Ya veremos las reafirmaciones del Vaticano II y de otros dicasterios autorizados de la Santa Sede sobre este punto, res­ pondiendo a las dudas suscitadas a partir de las críticas de H. Küng y R. J. Bunnik3. 1. Cí. Conc. de T rem o, ses. XXI11, c. 2: I) 1740 (938), 1743 (940). 2 . Recomendamos los siguientes trabajos que relacionan la última cena del Señor con el sacrificio de la cruz y la Eucaristía: J. S o l a n o , Ejercicio actual del sacerdocio de Cristo en el Sacrificio eucarístico, en X X V I Semana española de teología, Madrid 1969, 41-48; J. S c h u l d e n b e r g e r , K elctio inter sacrificum crucis et sacrificium missae iIlústrala ex ultima caena Dom iní et epístola ad Habraeos, en X X V I Semana española de teología, Madrid 1969. 48 ss. 3. R. J. Bunnik, Servidores del Aggiornamento, trad. A. M. Levingston de Raymond,

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