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E L S A C E R D O C IO E N L O S D O C U M E N T O S D E L M A G IS T E R IO 4 9 5 carismas sacerdotales establecidos por Jesucristo. Este concepto es totalmen­ te nuevo y luminoso, y es la clave para la inteligencia de toda la doctrina del Vaticano II sobre el sacerdocio. Tanto el sacerdocio jerárquico o minis­ terial como el de los fieles se conciben como participación de los oficios sacer­ dotal, profètico y real de Jesucristo. Se reitera la afirmación de la diferen­ cia «esencial y no sólo de grado» entre el sacerdocio ministerial y el jerár­ quico. El sacerdocio común adquiere su plena luz. Los fieles cristianos po­ seen el sacerdocio común por el bautismo y lo ejercen sobre todo en la re­ cepción de los sacramentos y en el Sacrificio eucaristico al que asisten. En él han de ofrecer la Hostia divina por el sacerdote y juntamente con él, y añadir también el sacrificio de toda su vida cristiana. Con ello se amplía el campo de visión aunque dentro de las líneas de la M e d ia to r D e i y de otras encíclicas. En el Vaticano II el sacerdocio ministerial está expuesto de modo sis­ temático y completo: obispos, presbíteros, diáconos. El establecimiento del mismo por Cristo es fundamental para la Iglesia. Los obispos son los suce­ sores del colegio apostólico y comunican el ministerio en grado subordinado a los presbíteros. Estos son también verdaderos sacerdotes. Ambos están do­ tados de una realidad ontològica que se designa con el nombre de «carácter». Ambos participan de los tres oficios de Jesucristo, Sacerdote, Profeta y Rey. De estos tres oficios el sacerdotal aparece como superior y al que están ordenados los demás. La acción sacerdotal por excelencia es el Sacrificio eu­ caristico, «fuente y cumbre de toda la vida cristiana» al que se orienta todo el apostolado de la Iglesia y en el que se centra el ministerio sacerdotal. Los obispos aparecen con un aspecto nuevo, puesto a plena luz por el Vatica­ no II, la colegialidad, por la que gozan de potestad divina para regir a todo el pueblo de Dios en comunión con los demás obispos y con el Papa. Así sobre todo la L u m e n g e n tiu m , los decretos CHD, PO, AA, AG. La consti­ tución S a c r o sa n ctu m C o n c iliu m nos presenta un concepto grandioso del pue­ blo sacerdotal, en el que Cristo ofrece el Sacrificio por ministerio de sus sacerdotes al que se asocia todo el pueblo fiel en la liturgia eucaristica... Realmente en el Vaticano II tenemos ya todas las enseñanzas sobre el sacer­ docio a plena luz... Sin embargo, no todos lo han entendido así, y el segundo Sínodo de los Obispos de 1971 tuvo que dedicar su atención a un importante documento sobre E l S a c e r d o c io m in isteria l. En él reiteró las enseñanzas del concilio y precisó explícitamente que en el sacerdocio ministerial se integran también el oficio profètico y real que se participan de Cristo. Y afirmó claramente la primacía del oficio propiamente sacerdotal y de los sacramentos sobre la predicación de la Palabra, que es sólo previa a aquélla. El Sínodo amplió las enseñanzas sobre el origen divino del Ministerio en la Iglesia, sobre la exclusividad del sacerdote para las acciones propiamente sacerdotales como

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