PS_NyG_1977v024n003p0467_0496

4 9 4 R IC A R D O M A R IM O N B A T L L O luz la realidad del sacerdocio ministerial y común, ha habido un proceso continuo de profundización. Para San Pío X el sacerdote era ya «el ministro de Dios y dispensador de los misterios de Cristo», verdadero «legado de Cristo». La verdad y lu­ minosidad de estas enseñanzas no se puede discutir. De ellas irían saliendo las demás. Pío XI sigue en la línea de San Pío X y añade que el sacerdote es «otro Cristo... instrumento del Redentor para continuar su obra... (y que) desem­ peña el oficio de su misma persona». Pero Pío XI amplía su atención al Sacrificio en el que el sacerdote ejerce sus poderes sobre el mismo Cuerpo de Cristo, y nos habla también de algo que es propio del sacerdocio de los fieles —en su encíclica M is e r e n tis s im u s — que participan en el sacerdocio de Jesucristo ofreciendo sacrificios en expiación de los pecados de la huma­ nidad. Es algo poco conocido y realmente importante. Pío XII en su encíclica M y s tic i C o r p o r is habla del ofrecimiento de todo el Cuerpo Místico de Cristo en el Sacrificio eucarístico. Es también poco conocido y de fecundas consecuencias ecuménicas. El sacerdote, por tanto, ofrece en aquél a todos los fieles. También insiste Pío XII en el valor de los sacrificios y de la cooperación de sacerdotes y fieles que aplican y distri­ buyen los tesoros de la redención de Cristo. Su encíclica M e d ia to r D e i es una verdadera carta magna sobre el sacerdocio, tanto de Jesucristo como de los sacerdotes y fieles. El sacerdocio ministerial prolonga el oficio y misión de Jesucriso, y lo realiza sobre todo en la Sagrada Liturgia. Los fieles «por el bautismo... son consagrados al culto divino, participando del sacerdocio del mismo Cristo». La acción sacerdotal de los fieles —lo mismo que la de los sacerdotes— se centra en el ofrecimiento de la Hostia divina «por ma­ nos del sacerdote y juntamente con él» e inmolándose juntamente ellos mis­ mos como «hostias». La doctrina sobre el sacerdocio de los fieles quedaba ya casi completa. Tuvo Pío XII que hacer insistentes precisiones para distin­ guir el sacerdocio ministerial del de los fieles ante los intentos de asimilarlos ya en aquel tiempo. Su enseñanza en este punto quedó consagrada con los términos de «diferencia esencial y no sólo de grado» de su alocución M a g n i­ f íc a t e D o m in u m en 1954. Fundamentalmente Pío XII había ya alcanzado todos los conceptos propios del Magisterio posterior sobre el sacerdocio mi­ nisterial y el común. Pero dejaba a este último como una «realidad miste­ riosa» que aun no se atrevía a precisar. El concilio Vaticano II recoge todas las enseñanzas de los últimos pon­ tífices sobre el sacerdocio, y especialmente las de la encíclica M e d ia to r D e i de Pío XII. Sin embargo su enfoque es más profundo y completo, aunque en algunos puntos de doctrina se contente con darnos la referencia corres­ pondiente o hasta resumir grandiosas exposiciones de la M e d ia to r D e i. El pueblo de Dios es un «reino de sacerdotes» en el que se incluyen todos los

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz