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E L S A C E R D O C IO E N L O S D O C U M E N T O S D E L M A G IS T E R IO 4 9 3 Su oficio es de «santificar, enseñar y regir» ( I b . ) . Y en cuanto a la natura­ leza de este sacerdocio ministerial, «conferido de modo estable desde los tiempos apostólicos» afirma el documento que «la Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, ha visto cada vez más claro que... el rito (sacramental) no sólo confiere a los sacerdotes un aumento de gracia... sino también una se­ ñal inamisible, el carácter, por el que son destinados a su oficio dotados de una potestad especial, derivada de la potestad suprema de Cristo» ( I b . ) . Ad­ vierte el documento que «la permanencia y existencia de este carácter, cuya naturaleza los teólogos explican diversamente, ha sido enseñada por el con­ cilio Florentino (cf. D 1313) y por dos decretos del Vaticano II (LG 21, PO 2), y (que) el segundo Sínodo de los obispos consignó muy bien que la existencia del carácter sacerdotal que permanece toda la vida es doctrina de fe» (cf. A A S 1971, 907). La reiteración insistente de esta doctrina por parte del Magisterio supone una persistencia incomprensible en negarla... a pesar de haberse expresado ya claramente en los documentos del Vaticano II. La declaración insiste también en «la potestad propia del sacerdocio mi­ nisterial»...: «si cualquiera puede bautizar al que cree, sin embargo es pro­ pio del sacerdote realizar la edificación del Cuerpo por el sacrificio euca- rístico (cf. LG 17)... (y) el mismo Señor instituyó ministros a algunos de los fieles... para que tuvieran la potestad sagrada del Orden para ofrecer el Sacrificio y perdonar los pecados» ( A A S 1973, 407; cf. PO 2). Y concluye, al fin, la declaración afirmando que «consta por el testimonio de la Sagrada Tradición y del Sagrado Magisterio que los fieles que sin recibir la ordena­ ción sacerdotal presuman realizar la Eucaristía, no sólo lo hacen ilícitamen­ te, sino que lo intentan de modo absolutamente inválido» ( A A S 1973, 407). Todo el documento tiene, pues, por fin principal el poner de relieve la diferencia esencial que existe entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común. La reafirmación de esta doctrina se debe, como es ya conocido, a las corrientes ecuménicas irenistas que pretendían reducir el sacerdocio minis­ terial a pura modalidad del sacerdocio común. Y ante la incomprensible per­ sistencia en desoír al supremo Magisterio, la Congregación para la Doctrina de la Fe tuvo que publicar una nueva declaración el 15 de febrero de 1975, urgiendo concretamente al profesor H. Küng y a los demás profesores de teología, predicadores y catequistas, a que se limitasen a enseñar en estas materias lo que es pura doctrina de la Iglesia ( A A S 1975, 203-4). C o n c lu s ió n A través de la historia del Magisterio de la Iglesia de los últimos tiem­ pos hemos constatado una profundización en la naturaleza del sacerdocio. Desde San Pío X que partiendo de la Escritura quiso explicar la naturaleza y deberes del sacerdote, hasta el concilio Vaticano II que ha puesto en plena 8

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