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4 9 2 R IC A R D O M A R 1M O N B A T L L O mentos) dividiría el corazón mismo de la Iglesia... y el presbítero... defor­ maría gravemente su ministerio» ( A A S 1971, 910). Anotamos también como doctrina importante de este segundo Sínodo la referente al carácter sacerdotal. «Por la imposición de las manos se comuni­ ca el don inamisible del Espíritu Santo (cf. 2 Tim 1, 6)» ( A A S 1971, 907). A este don le llama " r e s ” , «realidad (que) configura y consagra al ministro ordenado con Cristo Sacerdote (cf. PO 2) y le hace partícipe de la misión de Cristo...» ( I b . ) . El documento, ciertamente, insiste quizá más que otros en la «misión» propia del sacerdocio ministerial; misión de «enviado en la obra escatológica de la reconciliación (2 Cor 5, 18-20)» ( I b . ) . Pero la misión no está en modo alguno separada del carácter, que es «una realidad perma­ nente que marca una huella para toda la vida» y que el Sínodo califica como «doctrina de fe, designada en la Tradición de la Iglesia con el nombre de carácter sacerdotal», y como «peculiar participación en el sacerdocio de Cristo (que) no desaparece de ningún modo aunque el sacerdote sea dispen­ sado o removido del ejercicio del ministerio por causas eclesiales o persona­ les» ( I b . ) . La doctrina de LG 21 y 28 y de la «Nota explicativa previa» se repite, se reafirma y se explícita, ante la persistencia de las corrientes de pensamiento que querrían sacrificarla en aras de un mal entendido ecume- nismo, que pretendía cifrar todo el ministerio sacerdotal en la pura «mi­ sión»; sobre ello tuvo que volver la Sagrada Congregación de la Doctrina de la Fe. 12 . N u e v a s p r e c is io n e s s o b r e e l s a c e r d o c io c o m ú n y m in iste ria l Lo Sagrada Congregación para la doctrina de la Fe en su declaración M y s te r iu m E c c le s ia e del 24 de junio de 1973 dedicó un capítulo al tema «La Iglesia, asociada al Sacerdocio de Cristo». En él presenta un resumen sis­ temático y luminoso de la doctrina del Vaticano II y del segundo Sínodo de los Obispos sobre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles. El sacerdocio común «une a los fieles cristianos con su Rey celestial como miembros del pueblo mesiánico y se confiere con el sacramento del bautismo... (en el que) por la marca inamisible del carácter son destinados al culto de la religión cristiana... están obligados a profesar ante los hom­ bres la fe que recibieron de Dios por la Iglesia (y) por su real sacerdocio asisten a la oblación de la Eucaristía, ejercitándolo en la recepción de sa­ cramentos, en la oración, etc.» ( A A S 1973, 405). Frente a este sacerdocio «común» la declaración describe a los «ministros del sacerdocio de Cristo, que desempeñan el oficio de su persona en la Iglesia... (y que) son los Após­ toles, los obispos y los presbíteros, a los que se ha transmitido legítima­ mente y en grado subordinado el ministerio santo» ( A A S 1973, 405). Estos son, pues, «la sucesión apostólica ministerial» de la Iglesia ( A A S 1973, 406).

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