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4 9 0 R IC A R D O M A R IM O N B A T L L O Nos parece debe consignarse debidamente la doctrina sobre el sacerdo­ cio de Jesucristo, «al cual el Padre santificó y envió al mundo (Jn 10, 36) marcado con la plenitud del Espíritu Santo» (y que) «ejerciendo el sumo y único sacerdocio mediante su propia oblación, superó dándoles cumplimien­ to, todos los sacerdocios rituales y los sacrificios del Antiguo Testamento, incluso los de los gentiles» (y que) «asumió en su sacrificio las miserias y sa­ crificios de los hombres de todos los tiempos» ( A A S 1971, 903). El docu­ mento en este aspecto es original y grandioso, completando la doctrina del Vaticano II. También precisa el Sínodo que «cuando hablamos del sacerdo­ cio de Cristo hay que tener presente esta realidad única e incomparable que incluye en sí el oficio profético y real del Verbo de Dios encarnado» ( A A S 1971, 904). Con esta precisión se aclara debidamente la relación entre los tres oficios, sacerdotal, profético y real de Cristo y de los demás sacerdo­ cios, que en el Vaticano II aparecían ya orientados al Sacrificio Eucarístico. Ahora su mutua relación es perfectamente explícita y definida. El documento D e S a c e r d o tio M in is te r ia li profundiza y sistematiza la doc­ trina del concilio Vaticano II sobre el sacerdocio. «La Iglesia —dice— , cons­ tituida mediante el don del Espíritu con una trabazón orgánica, participa de diversos modos las funciones de Cristo Sacerdote, Profeta y Rey, para que en nombre suyo y con su poder pueda llevar a cabo, como pueblo sacer­ dotal (cf. LG 10), la misión de salvación» ( A A S 1971, 905). Notemos cómo el Sínodo constata la inclusión de todos los sacerdocios en el «pueblo sacer­ dotal» que es la Iglesia, según la doctrina del concilio. Afirma que «en el colegio de los doce apóstoles existe ya... el origen del ministerio jerárquico» ( A A S 1971, 904), como se deduce, por ejemplo, del decreto AG 5, que cita expresamente. Afirma también el documento con LG 20 que según la Tra­ dición y la Escritura «los doce apóstoles ejercieron su misión y no sólo tuvieron colaboradores en el ministerio... sino que, con el fin de que la mi­ sión a ellos confiada se continuase después de su muerte, dejaron a sus in­ mediatos colaboradores el encargo de continuar y perfeccionar la obraco­ menzada por ellos... y les dieron la orden de que al morir ellos, otrosva­ rones probados se hicieran cargo del ministerio» ( A A S 1971, 905). Con esto pone de manifiesto el Sínodo cómo el ministerio ha sido de institución divina y apostólica. E insiste: «A la estructura original e inalienable de la Iglesia pertenecen el Apóstol y la comunidad de los fieles» ( I b . ) . El Sínodo está preocupado por las corrientes de pensamiento que han querido asimilar el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles, y por ello advierte: «Aquella estructura esencial de la Iglesia constituida por la grey y los pastores expresamente designados (cf. 1 Pe 5, 1-4) fue siempre y sigue siendo n o rm a tiv a según la Tradición de la Iglesia» ( A A S 1971, 906). Y resumiendo, afirma de modo más directo: «Unicamente el ministerio sacerdotal del Nuevo Testamento, que continúa el ministerio de

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