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488 RICARDO MARIMON BATLLO del Orden, de institución divina, en el que se recibe la gracia y por el que se tiende al sacerdocio en sentido propio32. 10. E l s a c e r d o c io d e C r is to y d e su C u e r p o m ís tic o e n la litu rg ia . L a E u ca ristía , c u m b r e d e la a c c ió n s a c e r d o ta l En la constitución S a cro sa n ctu m C o n c iliu m hallamos una enseñanza car­ dinal para la doctrina del Vaticano II sobre el sacerdocio. La liturgia es el medio «por el que e je r c e la o b r a d e n u e str a r e d e n c ió n , sobre todo en el di­ vino Sacrificio de la Eucaristía»33 (SC 2). Ello nos recuerda la enseñanza de Pío XI en su encíclica A d c a th o lic i s a c e r d o tii en que afirmaba que « l o s m in is tr o s d e C r i s t o ... son instrumentos del Redentor para continuar a través de los tiempos su obra admirable con que renovó a todo el género huma­ no...» ( A A S 1936, 10). La constitución conciliar habla de esta obra del Re­ dentor mismo en el número 5, y de la continuación de esta obra en la «vida litúrgica» en el número 6. «Cristo... envió a los apóstoles, llenos del Espí­ ritu Santo... no sólo a predicar el Evangelio a toda creatura... sino también a realizar la obra de salvación que proclamaban, por medio del Sacrificio y de los sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litúrgica» (SC 6). Se trata, por tanto, del «ejercicio del oficio sacerdotal de Jesucristo» (SC 7), de su obra sacerdotal continuada a través de la historia. Por ello Cristo «está siempre presente en su Iglesia, especialmente en las acciones litúrgicas. Está presente en el Sacrificio de la Misa, en la persona de su mi­ nistro, o fr e c ié n d o s e a h o ra p o r m in is te r io d e lo s s a c e r d o te s e l m ism o q u e e n ­ to n c e s s e o fr e c i ó en la c r u z —como dijo el Tridentino34— , y sobre todo bajo las especies eucarísticas. Está presente con su fuerza en los sacramentos, de modo que cuando alguien bautiza es Cristo quien bautiza 35. Está pre­ sente en su palabra... Y está presente cuando la Iglesia suplica y canta sal­ mos... e n m e d io d e e llo s (Mt 18, 20)» (SC 7). Y concretando más esta pre­ sencia de Cristo, haciendo ver que se trata del ejercicio del sumo sacerdocio que él ejerce con su Iglesia, añade a continuación: «Realmente en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santi­ ficados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno... En ella (en la li­ turgia) el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejercen el culto público íntegro» (SC 7). Recordamos aquí lo que Pío XII había dicho en su encíclica M e d ia to r D e i, a saber, que en la santa Misa Cristo «no solamente se ofrece al Padre como Cabeza de la Iglesia, sino que ofrece 32. Ses. XXIII, De sacramento Ordínis, c. 2-4: D 1765 (958) - 1766 (959), 1772 (962). 33. Missale Romanum, secreta del dom. IX después de Pentecostés. 34. Ses. XXII, De Ss. Missae sacr. c. 2: D 1743 (940). 35. Cf. S. A g u s tín , In Johanem, tr. 6, c. 1, n. 7: ML 35, 1428.

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