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EL SACERDOCIO EN LOS DOCUMENTOS DEL MAGISTERIO 483 Pero erraríamos si atribuyésemos todas las enseñanzas del Vaticano II sobre el sacerdocio ministerial solamente a LG 10. Ha dedicado a él todo el cap. III, desde el número 18 al 29, que comienza afirmando: «Cristo Señor, para apacentar al Pueblo de Dios y acrecentarlo siempre, instituyó en su Iglesia diversos ministerios ordenados al bien de todo el Cuerpo» (LG 18). El establecimiento de estos ministerios fue algo fundamental para la fun­ dación de la Iglesia. «Jesucristo, Pastor eterno, edificó la santa Iglesia en­ viando a sus apóstoles, como él mismo había sido enviado por el Padre (v. Jn 20, 21) y quiso que los sucesores de estos, los obispos, fuesen los pas­ tores de su Iglesia hasta la consumación de los siglos» (LG 18, CHD 2), como explican inmediatamente LG 19 y 20, que recogen lo que podemos llamar la historia del colegio apostólico y del episcopado. «Enseña, pues, este sagrado sínodo, que los obispos han sucedido por institución divina a los apóstoles como pastores de la Iglesia» (LG 20). Y no sólo los obispos. Los apóstoles «establecieron colaboradores» entre los que el concilio enume­ ra a los «obispos», «presbíteros» y «diáconos». «Así, pues, los obispos con sus presbíteros y diáconos ayudantes recibieron el ministerio (o servicio) de la comunidad para presidir en nombre de Dios la grey de la que son pas­ tores, como maestros de doctrina, sacerdotes del culto sagrado y ministros de gobierno» (LG 20). Luego tratará la L u m e n g e n tiu m de estas tres clases de ministros. En cuanto a la trilogía «maestros», «sacerdotes», «ministros», corresponde al triple oficio de Jesucristo, «Maestro», «Sacerdote» y «Rey» (v. LG 5, 13) heredado de él por los obispos (v. LG 21, 25). Por lo demás hasta los simples fieles se asemejan a Cristo en este triple carácter como ya hemos dicho (v. AA, 10; LG 7, 34, 36). Y así, con mayor razón se da este triple carácter en el sacerdocio ministerial. «Enseña el santo sínodo que con la consagración episcopal se confiere la plenitud del sacramento del or­ den, que por esto se llama s u p r e m o s a c e r d o c io ... La consagración episcopal junto con el oficio de santificar, confiere también el de enseñar y regir» (LG 21, v. CHD 2). Reitera el concilio la enseñanza del «carácter sagrado» que se recibe en la consagración (LG 21, v. también, 28), sobre el que luego en la «Nota explicativa previa» comunicada oficialmente a los Padres se dice expresamente que «en la consagración se da una participación ontologica de los ministerios sagrados» (2.a observación). Es, pues, evidente que los que han querido ver en la L u m e n g e n tiu m una exposición del sacerdocio ministerial bajo el puro punto de vista de funciones ejercidas por cualesquiera fieles, tal como lo conciben algunas confesiones protestantes, están en un error. Afirmar que el concilio no hace derivar la razón de ser del ministerio eclesial de una determinada capacitación, sino del envío de Cristo y que la Iglesia debiera revisar los conceptos dudosos formados en torno al carácter considerado co-

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