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4 8 0 RICARDO MARIMON BATLLO al Padre» (v. también LG 10, AA 3). Y siguiendo al Apóstol, aconseja el concilio que «llevemos siempre la mortificación de Jesús en nuestro cuerpo» (v. 2 Cor 4, 10-11) —lo cual es singularmente apto para ser ofrecido en el sacrificio eucarístico; y recoge también el concepto de expiación y repara­ ción de la M is e r e n tis s im u s R e d e m p t o r de Pío X I 22— . Por lo cual pedimos al Señor en el sacrificio de la Misa que, r ec ib id a la o fr e n d a d e la v íctim a e s ­ p ir itu a l haga de nosotros mismos una o fr e n d a e te r n a para sí» (SC 12; v. también LG 10, AA 3 ) a . Y sigue la L u m e n g e n tiu m con el ejercicio del sacerdocio común en los demás sacramentos. Es en virtud de este sacerdocio que los fieles pueden acercarse «al sacramento de la penitencia», con el que obtienen el perdón de las ofensas hechas a Dios. Y también en virtud de este mismo sacerdocio es que pueden recibir «la sagrada unción de los enfermos» con la que los presbíteros piden su alivio y salvación y les exhortan a unir sus sufrimien­ tos con los de Cristo paciente... (LG 11). E igualmente en virtud de aquel sacerdocio común o básico podrán recibir el «orden sagrado», quedando «destinados a apacentar a la Iglesia con la palabra y la gracia de Dios en nombre de Cristo». Enseguida volveremos al «orden sagrado», que es cier­ tamente una categoría esencialmente distinta del sacerdocio común del Pue­ blo de Dios, aunque está basada y enraizada en él. La enseñanza del concilio es explícita cuando habla de «aquellos de entre los fieles que se distinguen o que han recibido el orden sagrado... q u i in te r f¿ d e le s s a c r o O r d in e in sig n iu n - t u r » (LG 11). Y, finalmente, también en virtud de aquel sacerdocio común podrán recibir y conferir el «sacramento del matrimonio», por el que los fieles están llamados a ser «los primeros predicadores de la fe... en esta co­ mo Iglesia doméstica»... (LG 11). Nótese el calificativo sacerdotal-pastoral que emplea el concilio para designar la función de los padres en su familia y que indica una elevada modalidad del sacerdocio común a cuyo ejercicio destina el sacramento del matrimonio (v. también AA 11). También atribuía LG 10 al sacerdocio común el ejercicio de un «testi­ monio» de vida santa. Los fieles tienen una participación especial en el tri­ ple oficio de Jesucristo Sacerdote, Profeta y Rey (v. LG 5, 13, 31, 34-36; AA 10). Son tres oficios plenamente conexos e inseparables, cuyas funciones se atribuyen reductivamente al mismo sacerdote. Así es como LG 10 atri­ buye el testimonio al sacerdocio común. Como partícipes del «oficio profético» de Cristo, los fieles le sirven como «testigos» de modo que brille en ellos la fuerza y la virtualidad del Evan­ gelio en su vida cotidiana, familiar y social, mediante la iluminación del sentido de la fe y de la gracia de la palabra. El concilio atribuye a los laicos una verdadera «evangelización» realizada por el testimonio de su vida y 22. AAS 1928, 171-2. 23. Cf. Missale Romanum, secreta para el lunes de la octava de Pascua.

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