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4 7 8 RICARDO MARIMON BATLLO sacerdotes» de que habla el Apocalipsis ( 1 , 6 ; 5, 10) y de que habla tam­ bién la primera carta de San Pedro (2, 9), — «La comunidad sacerdotal», dirá LG 11— ; y en ella están todos los carismas sacerdotales establecidos por Jesucristo. Pero es absolutamente evidente que al hablar aquí del «Pueblo de Dios» y de la «comunidad sacerdotal» no se refiere sólo al sacerdocio común de los fieles, sino que incluye también a todo el sacerdocio ministe­ rial. Y más aun, incluye al mismo Cristo, puesto que «ese pueblo mesiánico tiene por Cabeza a Cristo»... (LG 9). Esto es importante no olvidarlo. Pero es también indudable que la L u m e n g e n tiu m en línea que entronca con la M is e r e n tis s im u s de Pío X I 15 y con la M e d ia to r D e i 16 y demás do­ cumentos de Pío XII, expone y amplía a plena luz aquella «misteriosa rea­ lidad» del sacerdocio común de los fieles 17. Como en la M e d ia to r D e i 1S, «los fieles, incorporados a la Iglesia por el bautismo, son destinados por el carácter de éste al culto de la religión cristiana» (LG l l ) 19. El bautismo es el sacramento que incorpora a los fieles a la comunidad sacerdotal y que por tanto constituye a estos en su categoría de sacerdotes del Pueblo de Dios.Pero su sacerdocio se distingue también claramente del sacerdocio pro­ pio de «aquellos de entre los fieles que han recibido el sacramento del Or­ den» (v. LG 11). Como en Pío X I I 20 «el sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico... (se diferencian con) diferencia no sólo gradual, sino esencial» (LG 10). Así el sacerdocio común de los fieles apa­ rece como un sacerdocio que podemos llamar casi fundamental —pues el fundamento es el sacerdocio de Cristo, fuente de todo sacerdocio— , que capacita también a aquellos para recibir el otro sacerdocio ministerial. In­ dudablemente el sacerdocio común se presupone al sacerdocio ministerial, de modo análogo a cómo en la naturaleza creada, por ejemplo, el ser vegetal o animal suponen también el ser natural mineral. Pero en modo alguno pue­ de pensarse que el sacerdocio ministerial provenga del sacerdocio común de los fieles, como tampoco en aquellos otros reinos de la naturaleza la vida o la sensibilidad pueden proceder de la naturaleza mineral. Presuponer ma­ terialmente no significa proceder formalmente ni ser producido por una «base portante». Llay que poner las cosas en claro. No nos parece tan claro (como el del bautismo) el papel de la confir­ mación, en los textos del Vaticano II, con respecto al sacerdocio común de los fieles. Pues mientras en LG 11 se le atribuye sólo una «vinculación más estrecha a la Iglesia» y «una fuerza especial del Espíritu Santo», en LG 10 parece atribuirse por igual al bautismo y a la confirmación aquella «consa- 15. A AS 1928, 171-2. 16. AAS 1947, 553. . 17. A AS 1954, 668-9. 18. AAS 1947, 555. 19. Cf. 5. Tb. 3, q. 63, a. 2. 20. Magnifícate Dom inum, en AAS 1954, 668-9.

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