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4 7 6 RICARDO MARIMON BATLLO pan en el sacrificio eucarístico — tal como escribíamos en Nuestra encíclica M e d ia to r D e i ( A A S 1947, 553)— , no por esto gozan también de potestad sacerdotal... Hace ya más de siete años que en la citada encíclica reprobá­ bamos el error de quienes no dudaban en afirmar que el mandato de Cristo H a c e d e s t o e n m em o r ia mía se refiere directamente a todo el conjunto de fieles ( A A S 1947, 553-4)...» ( A A S 1954, 668-9). Y a continuación Pío XII contrapone el sacerdocio de los fieles al sacerdocio ministerial en términos aparentemente duros para aquél, pero conservados por el concilio Vatica­ no II, a pesar de que nadie duda de que este último ha expuesto a pleno enfoque el sacerdocio de los fieles. «Verdad es que no puede negarse ni ponerse en duda que los fieles tienen un cierto sacerdocio... —afirma Pío XII sin negar su realidad— . Mas, cualquiera que sea el verdadero y exacto signi­ ficado de este honroso título y de esta realidad, hay que profesar con fir­ meza que este sacerdocio común de los fieles, ciertamente altísimo y miste­ rioso, se diferencia del sacerdocio verdadera y propiamente dicho no sólo en grado sino también en esencia, pues este último consiste en la potestad de realizar como representante de Cristo Supremo Sacerdote, el sacrificio mismo de Cristo» ( A A S 1954, 668-9)9. La definición teológica del sacerdocio ministerial o simplemente «sacer­ docio» en el lenguaje de Pío XII nos manifiesta la esencia de éste por lo que es su acción y fin específico: el sacrificio eucarístico. La doctrina es clara y terminante. Lo que para Pío XI en la encíclica A d c a th o lic i sácere- d o til era sólo acción principal del sacerdocio ministerial, se ha convertido en acción propia y específica del mismo. El sacerdote es, pues, el que hace o realiza el sacrificio dicho. Los fieles se distinguen, por tanto, específica­ mente del «sacerdote». La distinción quedará aceptada, como ya hemos di­ cho, por los documentos del Vaticano II. Lo que estaba latente en las pre­ misas puestas por Pío XI en la Q u a s p rim a s y A d c a th o lic i s a c e r d o tii, quedó explicitado y consagrado en la alocución de Pío XII M a g n ifíc a te D o m in u m de 1954. 7. L a c o m u n id a d s a c e r d o ta l en e l V a tic a n o I I Sin romper la continuidad con el magisterio anterior, la constitución dogmática L u m e n g e n tiu m del Vaticano II presenta una nueva visión del sacerdocio. Precisar esta continuidad y novedad no es tarea fácil, como lo demuestran los resultados y consecuencias de las investigaciones teológicas. Cierto que el Vaticano II ha tenido en cuenta un interés ecuménico como han advertido R. J. Bunnik 10 y H. Küng ", quienes por su parte quisieran 9. Cf. Conc. Vaticano II, LG 10; II Sínodo de los Obispos, D e sacerdotio ministe- riali, en A AS 1971, 906. 10 . Servidores del aggiornamento, Buenos Aires 1970, 7. 8 . 36. 264, etc. 11. Sacerdotes, ¿para qu é?, Barcelona 1972, 57; La Iglesia, Barcelona 1970, 14.

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