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390 ALEJANDRO DE VILLALMONTE y, al mismo tiempo, bajo la influencia de la filosofía personalista contempo ránea, emprenden nuevas rutas para la interpretación del pecado original propiamente dicho. Por fin, muchos llegan a prescindir ya de la creencia tradicional en el pecado original. Este paso dado por los protestantes hace reflexionar, una vez más, a los investigadores católicos. Pues es sabida la importancia básica que en la antropología teológica de la ortodoxia pro testante había logrado este «dogma» que ahora se deja perder. El «pecado original» no sería más que la otra vertiente — radical y profunda — del pe cado personal que todo hombre comete. La distinción entre pecado «ori ginal» y «personal» se borra a favor de éste. 4. Preocupación pastoral por el tema del pecado original Es conocida la raíz hondamente vivencial y la preocupación pastoral de la que brotó la cuestión del pecado original en tiempos de san Agustín. Con el avance de la discusión surgió una refinada y frondosa problemática teoló- gico-especulativa; pero la cuestión de la eficacia del bautismo en los niños fue su punto de partida concreto, vivo. Durante el período que nos ocupa también el tema del pecado original fue objeto de preocupación para los pastoralistas entregados a la cura de almas. Las dificultades de comprensión surgidas en las más altas esferas de la ciencia teológica, se contagiaron al nivel más inmediato del gran público de los creyentes. También ahora la cuestión del bautismo infantil provocó nueva reflexión sobre el pecado original, en cuanto posible motivo de su administración tem prana. Se vuelve a estudiar la tradición bajo este aspecto, para descubrir que la motivación hamartiológica no puede decirse primordial en la admi nistración de este sacramento. Si bien a partir de la polémica antipelagiana tal motivo aparezca como prevalente, al menos en la Iglesia latina. La prác tica actual del bautismo infantil debería, por tanto, ser liberada de seme jante motivación. A este nivel pastoral tuvo importancia primera el modo cómo propone el tema del pecado original en el llamado «Catecismo Holandés». Las nue vas tendencias teológicas sobre la inevitable nueva formulación de la vieja creencia se encuentran en él reflejadas. La preocupación pastoral, el deseo de presentar el Mensaje cristiano sobre el pecado y la redención en forma aceptable y menos hiriente para la mentalidad del hombre de hoy, es lo que movió al «Catecismo Holandés» a desglosar lo sustantivo de esta doctrina de lo accidental, temporal y transitorio. Sobre todo ha tenido interés en satisfacer las legítimas aspiraciones de la moderna visión del mundo, impreg nada por la mentalidad evolucionista, los mejores avances logrados en la exégesis bíblica y la necesidad de dar una interpretación más viviente, exis-
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