PS_NyG_1977v024n003p0383_0465
4 5 2 ALEJANDRO DE VILLALMONTE La enseñanza sobre los dones preternaturales posee menor importancia teológica. Pero sí conviene fijarse en el sentido que tiene la afirmación bíblica y tradicional de la inmortalidad corporal del hombre al principio. No hay que entenderla en sentido de una exención de la muerte física. Esta es na tural al hombre en cualquier estado. Lo que cambió con el pecado de Adán ha sido el sentido y la forma con que el hombre vive la muerte: ahora la vive como angustia por temor al ignoto futuro y al juicio de Dios. Si no hu biese pecado, habría acabado su estancia en el mundo sin esa angustia, cuya base es realmente teológica. La muerte con angustia, dolor y temblor es la que ha sido introducida por el pecado [WG S 106-16]. También hay que mantener como verdad valiosa la doctrina bíblica sobre las consecuencias del pecado: dolor, muerte, abandono en otros pecados [WG S 116-25]. Resumamos ya sus reflexiones sobre el pecado original, en su contenido más específico. Sigue pensando Sebe que el pecado original es un dogma básico del cris tianismo. Su misteriosidad seguirá suscitando siempre dificultades insupera bles para la inteligencia humana [W G S 127 s.]. E l teólogo protestante J. Gross lo califica de pesadilla que se cierne sobre la teología cristiana. Tam bién Teilbard y sus seguidores estiman perjudicial y paralizante del afán humano de progreso. En general el hombre moderno, tiene una actitud op timista, de entusiástica seguridad en un progreso ilimitado de la humanidad. Un hombre de este talante no puede menos de sentirse peculiarmente incó modo ante la idea de la caída originaria y del pecado original de la huma nidad. Recuerda también Sebe la dificultad proveniente de la ciencia natural, que a hombres como E. Brunner impulsó a negar la doctrina del pecado ori ginal. La dificultad se centra en la polémica en torno al monogenismo o poligenismo antropológico. Sebe cree que cierto poligenismo no es incompa tible con la enseñanza tradicional. Por ejemplo, si la cuna de la humanidad tuviese lugar en un único grupo: monofiletismo. También podría aceptarse la teoría insinuada por liabner sobre la «humanidad originante» biológica mente unida y con función teológica relevante. La cuestión queda abierta [WG S 131 s„ 189 ss.]. Más seria es la dificultad proveniente del personalismo filosófico moder no. Teólogos cristianos como F. Brunner y K. Bartb se han valido de él para negar el pecado originante y el originado, en su sentido cristiano tradicio nal. Esta tendencia a no admitir más pecado que el personal implicaría la negación del dogma tradicional; no garantiza la universalidad del pecado y, por tanto, de la redención; y desde otra perspectiva, si el pecado de uno no puede influir en los otros, tampoco podría admitirse que la acción de otro, Cristo, influya para la salvación [WG S 132-6], Con todo, el pensamiento mo derno no deja de tener puntos de enlace con la doctrina cristiana del pecado
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz