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448 ALEJANDRO DE VILLALMONTE De estas teorías habría que recoger como valiosa ¡a afirmación de que «el hombre fue creado con miras a la comunión íntima con el Dios trinitario»... Esta intención divina «tuvo como efecto la promoción del hombre a la con dición de hijo de Dios», a la santidad y justicia de que habla el Tridenti- no [ 7 5 ] . Esto es lo sustantivo, lo demás son «representaciones contingentes». También respecto a los dones preternaturales del primer hombre hace Da una drástica reducción: «Así como el pecado no es la causa de la muerte biológicamente como tal, así tampoco lo es de ese dualismo, de la concu piscencia entendida de ese modo. La concupiscencia es natural y necesaria» [ 84 ] , como lo es la muerte física. En su breve comentario a Gén 2-3 subraya Ba estas ideas: E l pecado de Adán es el paradigma de todo pecado humano, que brota de la insolencia de querer ser como dioses. No obstante su índole paradigmática, y aunque Adán sea el epónimo de la humanidad, sin embargo el relato de Gén 2-3, no es puramente simbólico: refiere un acontecimiento real que tuvo lugar a los comienzos de la historia, punto de partida del pecado que domina en el mundo. Citando a Grelot dice que «la experiencia del mal en la huma nidad tuvo también un comienzo absoluto... la prueba de la libertad y el pecado que de ella se siguió, fueron el primer acontecimiento determinante de los demás» [99 s.]. Como repite en otros momentos Ba quiere mantener la importancia peculiar del primer pecado, precisamente por ser primero. Por lo que respecta a Rm 5, 12-21 Ba hace suya en rasgos generales la exégesis de Lyonnet. Exprimiendo e! contenido teológico del pasaje resume: «Tiranía del pecado, como consecuencia de la ausencia del Esp íritu, tenden cia insuperable al mal, pecados personales que son efecto necesario y mani festación de esa tendencia... incapacidad radical para amar a Dios como a su soberano bien, muerte eterna que es resultado inevitable de las faltas cometidas libremente, el conjunto de estos rasgos caracteriza esencialmente, según san Pablo, a la existencia humana considerada en sí misma», antes de Cristo. «Este destino de condenación que pesa sobre ellos no proviene de su condición de criaturas, sino que deriva de un acto culpable de la libertad, cometido en los orígenes y que san Pablo carga a la cuenta de Adán, primer hombre» [ 125- 6] . A l decir esto ¿afirma Pablo el «pecado original» de que habla la tra dición de la Iglesia? Ba no es explícito. Sin duda la tradición añadió algo nuevo, aunque no heterogéneo con lo anterior. En su estudio de la misma no precisa bien qué es lo añadido y cuál su valor perenne. Las últimas inter venciones del Magisterio en la «Humana Generis», Vaticano I I , Pablo V I confirmarían la conclusión de que «la doctrina del concilio de Trento sigue
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