PS_NyG_1977v024n003p0383_0465

EL PECADO ORIGINAL. 447 esta muerte espiritual no sea consecuencia de una culpa personal sino de una culpa de otro. Por eso, esta privación de la gracia no va acompañada de una actitud activa mala de la libertad, sino de una impotencia para hacer el bien. Pero com o esta imposibilidad de evitar el pecado es insuperable, y com o la in­ clinación al mal, proveniente de la privación de la gracia — principio de unidad y de amor a la vez natural y sobrenatural— desemboca indefectiblemente en el pecado personal, sin que la responsabilidad y libertad del hombre sean suprimidas en esta relación intrínseca existente entre el pecado original y el pecado actual hay una nueva razón para ver en aquél un verdadero pecado» [40 s.]. En esta descripción ya se ve que no entran en sentido directo y lleno, los niños. Estos vienen al mundo en pecado original; pero lo es en forma virtual e inicial sola­ mente. El original no toma cuerpo hasta que no es actualizado por el personal [4 2 ], Respecto a la causa del pecado original es conocida la enseñanza tradi­ cional, que culmina en los decretos de Trento, entendidos en su sentido más obvio. Pero, Ba opina que Trento, usando tales ideas no las habría cano­ nizado ni hecho objeto directo de su enseñanza [ 56 ] . La enseñanza del A .T . acerca del origen del pecado que llena al mundo se resumiría así: el pecado no proviene de Dios, que hizo todo bueno, tam­ bién al hombre; el pecado proviene del corazón malo, duro, incircunciso, del pueblo. E l pecado entró en el mundo por culpa del hombre, es resul­ tado del mal uso de la libertad y esto desde los orígenes. Más no dice [5 7 s.]. Pablo «supone una relación de solidaridad entre la trasgresión de Adán y los pecados personales de cada hombre. Cuando los adultos comenten pe­ cado lo hacen bajo la influencia de una fuerza de pecado, principio de to­ dos los pecados personales» [ 59 ] . Pablo piensa en Adán como un individuo histórico, «imagina su pecado como una culpa única, numéricamente y cua­ litativamente». Pero se podría dudar si habla aquí como autor inspirado o más bien se acomoda a las ideas usuales en su época. Lo seguro parece ser: si el hombre está bajo el poder del pecado, antes de llegar a Cristo, «fue por su culpa y esto desde el comienzo de la historia». «E l pecado (uni­ versal) de la raza humana se enraiza en el primero que fue cometido» [59-60]. Trento, en última instancia y como verdad de fe — aparte las formas de expresión de su tiempo— no quiso decir más que esto: que el pecado entró en el mundo por culpa del hombre y que esto ocurre desde los comien­ zos de la historia. No avanza, sustancialmente, sobre la Escritura [ 6 1 ] , ¿La enseñanza tradicional sobre el estado de justicia original tiene funda­ mento en la Escritura? Ba responde: «N i el Antiguo ni el Nuevo Testamento dicen nada explícito acerca de la situación privilegiada del hombre antes del pecado... N i el Génesis ni san Pablo hablan de una condición privilegiada y maravillosa del hombre antes del pecado» [7 3 s.]. Es conocida la frondosa teología del estado paradisíaco elevada por los Padres y teólogos posteriores.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz