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EL PECADO ORIGINAL. 387 historia no quedará afectado porque se admita o se niegue el poligenismo. Las afirmaciones de la teología y de la cienciamarchan por caminos para lelos, que nunca se entorpecen uno a otro. Sin embargo, la conciliación o superación de la cuestión, no tuvolugar sino a costa de que la teología renunciase a algunas de las afirmaciones que le era muy queridas y de las que parecía estar muy segura hasta última mente. El avance logrado en este aspecto lo expresan estas palabras de K. Rahner : «en la actual situación de la teología y de la ciencias naturales no se puede probar con certeza que el poligenismo sea inconciliable con la doc trina ortodoxa sobre el pecado original»2. Lo importante, en el caso, será el seguir afirmando que la «humanidad originaria» cometió un pecado que ocasionó la ruina espiritual de la humanidad subsiguiente. Será indiferente la afirmación de que la «humanidad originaria» esté compuesta por una pa reja o por varias; es decir, no interesa al teólogo decidirse por el monoge- nismo o por el poligenismo antropológico. W . Simonis, en la misma línea, insiste en que la necesaria solidaridad y unidad de todos los hombres en Adán — indispensable para hablar del pe cado oriinal— hay que verla en el plano histórico-salvífico: unidad de vo cación, de destino sobrenatural de los hombres en Cristo. Y ésta la puede y debe mantener el teólogo, independientemente de cualquier referencia a la antropogénesis, sea ésta mono o poligenista. Los mencionados autores, aunque piensan que han superado el problema, sin embargo, no dejan de tener dificultades si quieren mantener la solución nueva sin romper con la teología antigua. En efecto, quitan importancia al estado de justicia original o lo niegan, sin más; pero siguen manteniendo la importancia de un primer pecado y de un primer pecador, sea este un individuo (Adán) o una comunidad (poligenismo). Otro grupo de teólogos supera el problema de armonizar poligenismo con pecado original de forma más radical y definitiva: prescinden no sólo de la idea de un primer estado de inocencia, sino también de un primer pecado y de un primer pecador, que tuviesen peculiar importancia en la historia de salvación: eliminan del todo la figura de la «humanidad origi naria», sea individual o colectiva. En esta dirección marchan los que pro ponen sustituir el «pecado de Adán» por el «pecado del mundo», a la hora de señalar el originante de la situación teologal llamada «pecado original». Como era de esperar también los teólogos más conservadores seguían afir mando el monogenismo antropológico como inseparable del dogma y, sobre todo, que nada aconseja abandonar las afirmaciones tradicionales sobré Adán inocente y pecador de especial importancia. 2. K . R ah ner, P ecad o original y ev olu ción , 404.
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