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EL PECADO ORIGINAL. 4 3 1 de que él personalmente haya pecado. Sin embargo, todo depende de la intensidad y hondura-interioridad con que se explique esta fuerza y poder de el Pecado-He Hamartía, de que habla Pablo. En todo caso, si se quiere expresar el pensamiento de Pablo en categorías mentales modernas hay que utilizar las antes aludidas. «Cuando se sabe cómo se describe en ellas la determinación personal, íntima, del hombre por efecto de los actos libres del hombre mismo, creadores de historia, entonces parecerá justificada la traducción en conceptos como "situación” , "situación existencial” , "coexis tencia existencial” , de las expresiones paulinas, y no se podrá, sin más, afir mar que el uso de palabras como "Situación” por sí sola califique ya al pecado original como algo que únicamente desde fuera afectase al hombre» L148 s.]. Aun a riesgo de ser reiterativos concluimos la exposición de W e con un largo texto donde él mismo sintetiza su pensamiento: «Cada hombre, decíamos, por efecto de la universal voluntad salvífica de Dios está bajo la llamada real-óntica de su gracia; llamada que, sin embargo, sólo es consciente cuando el hombre la encuentra en las manifestaciones históricas de dicha gracia. Esta manifestación histórica de la gracia, en cuanto ofrecim iento de gracia, es una realidad que determina la libre decisión personal internamente y con anterioridad a la libre decisión personal del hombre. En este punto de nuestra exposición precisamente, nos vemos forzados a una cierta oscuridad ter m inológica, sencillamente porque la teología católica que habla de un pecado hereditario (pecado original-Erbsünde), por el lado de la gracia no habla de una «gracia hereditaria» («E rbgn ade»), Pero cuando el hombre peca, rehúsa — a nivel de la historicidad categorial— el ser mediador del ofrecim iento de gracia y esta ausencia de la gracia divina, que es una interna y prepersonal determinación del hombre, constituye el pecado original. En efecto, en esta nuestra descripción de la culpa original (Erbschuld) se verifican todas las afirmaciones fundamentales de la enseñanza católica sobre el pecado original: es causada por una culpa hu mana y no viene dada por la mera condición creatural del hombre; es anterior a la libre decisión de cada uno y por cierto com o una determinación interna y propia; es una auténtica culpa del hombre ante D ios, aunque en relación al pe cado personal sólo analógicamente pueda llamarse pecado, puesto que se consti tuye en tal por carencia de la gracia divina que el hombre, según la voluntad de D ios, debería tener. Y es universal. C óm o pueda salvaguardarse esta universa lidad del pecado original también en los com ienzos de la humanidad, nos remi timos a la explicación de K. Rahner. A qu í nos basta la constatación de que siem pre se ha dado esta historia del pecado y que todo hombre, por el hecho de su pertenencia a esta historia pecadora de la humanidad, también es pecador» [1 60-1], Completando la teoría de W e es indispensable mencionar que en ella se prescinde ya, básicamente, de la que venimos llamando «teología de Adán», con todas las implicaciones de la misma. Las mencionamos, simplemente, pa ra valorar las trasformaciones que W e impone a la enseñanza tradicional.
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