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422 ALEJANDRO DE VILLALMONTE fin, el caso de los niños: si el pecado del mundo corrompe-contagia por vía de «educación», por el ejemplo, por vía moral sociológica-psicológica no se ve cóm o los niños, sin uso de razón, puedan sufrir tal contagio: Sch, en el fondo, se atiene al modelo pelagiano de trasmisión del pecado original por «im itación», es decir, por vía moral, psicológica; si bien Sch quiera dar al «ejem plo» mayor hondura que los pelagianos. Pero no vemos cóm o podría afirmar que el pecado del mundo (los pecados de los otros) pone en situación o condición pecadora interna, de forma individualizada y directa a los que no tienen uso de razón. Por eso, atendidos los principios hermenéuficos utilizados para releer los textos de la Biblia y del Magisterio; eliminada la «teología de Adán» bajo todos sus aspectos; partiendo de una visión tan decididamente cristo- céntrica y caritológica de la historia de salvación y ante las dificultades in ternas que lleva consigo la figura del pecado del mundo, nos parece que lo más lógico, dentro de la teoría de Sch . hubiera sido el despedirse ya del todo de la venerable doctrina del pecado original. Con esto no queremos sugerir a Sch nuestro modo de ver las cosas y de razonar. Pero sí nos pa rece que su teoría, en cuanto quiere sustituir la explicación antigua, en ú lti ma instancia, no logra su cometido. En efecto, la dificultad que durante siglos se hizo a la doctrina del pecado original era esta: cómo explicar que, por acción de otro hombre, (en el caso Adán) todos sean constituidos pecadores: privados de la gracia, pues tos en muerte espiritual, vendidos al pecado, antes de cualquier decisión per sonal. Ahora, con Sch, el causante de esta condición pecadora, no es Adán, son todos los otros hombres. Pero aunque haya cambiado el originante, el hecho sustantivo sigue sin explicar. Todos juntos, por principio, no tienen más poder que uno solo para hacer pecador (al modo dicho antes) a un ser humano a quien Dios ha llamado, con sincera voluntad salvífica, a la Vida eterna. 3. El pecado original como «historicidad disociada» Mediante un renovado estudio de la teología paulina de los dos Adanes quiere P. Lensgfeld ( — Le) encontrar una exposición del dogma del pecado original más aceptable para el hombre actual y, al mismo tiempo, apta para seguir un diálogo ecuménico sobre el tema26. Su hipótesis explicativa se cifra en la fórmula: Pecado original como historicidad disociada. Veamos en qué contexto doctrinal. De su largo comentario a Rm 5, 12-21 [ 29 - 130] interesa retener estas ideas: No hay duda de que Pablo considera el pecado de Adán como el 26. Peter L e n g s fe ld , Adam et le Cbrist, Paris 1970. Los números entre corchetes del texto se refieren a las pp. de este libro y ed.
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