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420 ALEJANDRO DE VILLALMONTE comentarios y críticas favorables y desfavorables son numerosos y se hacen desde las más varias convicciones teológicas 2S. Resumiendo las observaciones de otros y completándolas con las nues tras propias nos atreveríamos a decir: — Cuando Sch elimina de raíz la «teología de Adán» da un paso deci sivo hacia una renovación a fondo de todo el problema sobre el pecado ori ginal. Generalmente se reconoce la ventaja que este hecho comporta para eliminar las ya fatigosas discusiones de teólogos y científicos referentes al origen del pecado en el mundo. Positivo también es el hecho de saber recoger los resultados de la exégesis más crítica referente a la deshistorificación de Adán, del estado paradisíaco. E l prescindir del todo de la realidad del estado de justicia original y el negar la peculiaridad de la «humanidad originante» y de un primer pecado como causa de la situación pecadora de la humanidad histórica encontró bastantes contradictores: Alszeghy, Grelot, Rahner. Ade más de otros que, más conservadores, no soportarían atenuaciones importan tes en la teología de Adán. Nosotros no tenemos ninguna objeción seria que hacer a la eliminación total de la teología de Adán realizada por Scb. — Los principios kermenéuticos propuestos por Sch son valiosos, como tales. Naturalmente, exige buen tino y mesura la aplicación a cada proble ma de reinterpretación del dogma, que vaya surgiendo. La aplicación hecha por Sch nos parece legítima, al menos en su parte negativa, es decir, en cuanto relativiza, como formas de expresión transitorias, los modelos concre tos en los que Gén 2-3, Rom 5, 12-21, Cartago y Trento tienen de explicar el hecho del pecado en el mundo, la necesidad universal y absoluta de la redención y gracia de Cristo. Obviamente, desde el punto de vista de la 25. J. M . A lo n s o , Schoonenberg y su teoría del pecado original, 375-96; estudio muy documentado. Pero, al enfocarlo en una perspectiva del todo tradicional encuentra que Sch no salvaría elementos dogmáticos sustantivos para la creencia en el p. original. J. L. R uiz de la Peña, El pecado original, 404-9; no explicaría Sch la realidad interna ni la universalidad del p. original. Le reprocha que no mantenga la importancia privile giada del primer pecado. M . M . G a rijo , Reflexiones sobre el pecado original. A propósito del libro del P. Schoonenberg. «El poder del pecado». Valora positivamente su aporta ción; pero ve un «claro fallo» al no afirmar nítidamente el lugar privilegiado del primer pecado, 164. Z . A lsze g h y , La '/orza del peccato'. La teología del peccato origínale in P. Schoonenberg, 346-52. M . F lick - Z . A lsz eg h y , El hombre bajo el signo del pecado, 242-51. M . S eybold, Erbsünde und Sünde der Welt, 56-60. A . M . D u b a rle, Bulletin de Théologie, 94-5. M . M . L a b ou rd ette, Le péché originel, 279-81. L. S ciie ffczy k , Versucbe zur Netiausprache, 256-7. M . Schmaus, Der Glaube der Kirche, I, 410-1. F. O ’C onnor, Modern Theories on Original Sin, 116-23. K. Ch. Baum gartner, El pecado original, 200- 10. J. G r o ss, Geschichte der Erbsündendogmas, IV , 318 ss. U. Baumann, Erbsünde?, 98 s. K. Schm itz-Moormann, Die Erbsünde, 67 s. La crítica más conservadora le reprocha el abandonar la «teología de A dán» v des atender los decretos del Magisterio. Más general es la acusación de poner en peligro la universalidad e interioridad del pecado original. P ocos aprecian com o se debe el mérito de Sch al aplicar los nuevos principios hermenéuticos que le permiten depurar las «teo rías» antiguas y ver com o «teologúm enos» afirmaciones del Magisterio que parecían de finitivas.
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