PS_NyG_1977v024n003p0383_0465
EL PECADO ORIGINAL. 4 1 9 dad ele salvación, no es la mera procedencia (física, biológica) sino la media ción humana con su influjo moral y religioso; por tanto nó la herencia bio lógica, sino la herencia «hominizada» [P R 3 3 ] 23. Como es sabido la enseñanza clásica considera a los niños como el caso paradigmático de la existencia del pecado original. La situación del recién nacido ante Cristo y la Iglesia provocó la aparición explícita de esa ense ñanza. Sch, como otros, insiste en que el problema del pecado original hay que plantearlo desde la situación teologal de los adultos. E l pecado original no es «cosa de niños». Todo pecado, también el original, es «cosa de hom bres». De todas formas Scb no puede ni quiere rehuir el tema del pecado en los niños, en todo hombre al entrar en la existencia. Los niños también «están situados» y sitiados por el pecado del mundo, también ellos partici pan, desde su entrada en la vida, de la condición (óntica) pecadora humana. Pero, así como en su modo de «estar-en-gracia» el niño es distinto del adul to, también lo es en su modo de estar-en-pecado. Por el bautismo el niño es trasladado del dominio del pecado al reino de Dios 24. Otro aspecto muy valioso del ensayo de Sch es el enfoque caritológico y cristológico en que propone toda la problemática del pecado original. Lo que Dios, ante todo, quiere revelar y revela al hombre es su designio de salvación, el «misterio de su voluntad salvadora (El 1, 2 ss.) [P R 46 ss., 93 ] . También es reiterada la idea de subordinar el hecho del pecado a la obra redentora de Cristo. Sólo en la redención y para manifestar la abun dancia de la redención se nos revela el hecho del pecado. Pero, téngase en cuenta el concepto de «redención» y de Cristo «Redentor» que recoge Sch tomándolo de Teilhard de Chardin y, más lejanamente, de la tradición teo lógica escotista: el pecado muestra la necesidad de la redención en el hom bre, pero «una necesidad tanto de integración y consumación, como también de restauración y redención o en otras palabras: de una consumación que es a la vez redención. Por esta razón no hay contradicción entre «le Christ ré- dempteur» y «le Christ évoluteur». Con esta tesis introducimos una idea de Teilhard de Chardin en nuestra doctrina de la redención y, al mismo tiem po, nos mantenemos en terreno bíblico, dice Sch [P R 35, 37-8], La resonancia lograda por los ensayos de Sch fue, sin duda, superior a la de cualquier otro teólogo de los años sesenta. Ya indicábamos antes los motivos. Los 23. H P 993, 1036 s.; PR 50, 54 s., 110. Véase lo dicho antes sobre el «ejem plo» y su importancia para la trasmisión del p. original. 24. PR 103 s., 92, 140 s., «T o d o hombre está, pues, desde su entrada en el mundo, situado ya por el pecado, Siindc der Welí, 162; también el niño, si esta situación es entendida en toda su universalidad y hondura, 163. Para el tema del pecado original y el bautismo de los niños ver, además, «Reflexiones sobre el bautismo de los niños», PR 151-72. También, Thcologische Fragen zur Kindertauje, 108-28.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz