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4 1 6 ALEJANDRO DE VILLALMONTE cado del mundo» (/« 1, 29) [H P 985-7; PR 40, 94, 123, 146], Esta figura del «pecado del mundo» está diseñada sobre otro concepto ya conocido, el de la personalidad corporativa y sobre una idea muy inculcada en toda la Biblia y en la tradición, precisamente con ocasión de explicar el misterio del pecado original: éste no es otra cosa que el misterio de nuestra solidaridad en el pecado, correspondiente al de la solidaridad en Cristo en orden a la vida [H P 986 ss.]. Podría, pues, describirse el pecado del mundo como el con­ junto de todos los pecados de todos los hombres de toda la historia en cuanto que forman una «fuerza» que impulsa a cada uno de los hombres al pecado e incluso lo constituye pecador antes de la decisión de la voluntad personal. E l pecado del mundo se convierte así en la «circunstancia vital» en la que se desarrolla la historia religiosa de la humanidad y de cada hombre; entendiendo esta «circunstancia vital» en el sentido óntico, constitutivo que tiene en la fórmula de Ortega: «Y o soy y mi circunstancia». Y así, en primer término, el «pecado del mundo» opera como el entorno vital externo, en que se desenvuelve la vida religiosa de los hombres. Es el medio ambiente (milieu — Umwelt— ) la atmósfera religioso-moral adversa. Por eso insiste Sch tanto en el mal ejemplo, los escándalos, las acciones todas de los demás que nos impulsan hacia el pecado20. Pero hay que evitar toda tentación de extrinsecismo. E l «pecado del mundo» no sólo sitúa o enmarca al hombre por fuera, sino que entra en la profundidad del espíritu humano y lo pone en situación, produce en él lo que llama constantemente, en len­ guaje de la filosofía existencial, el estar-situado-en-el-pecado. O también en otra forma: pone a todo hombre, ya desde la entrada en la existencia, en condición pecadora; entendida esa palabra, también en sentido de la filoso­ fía existencialista, como una calificación óntica, transempírica del modo ra­ dical de estar el hombre instalado en el ser. En su perspectiva Sch define el pecado original: «Es la situación (es­ tado) de carencia de la gracia sobrenatural junto con la imposibilidad de cualquier amor y de cualquier acto que sea moralmente perfecto; situación en la cual se encuentra el hombre por el hecho de encontrarse en un mundo en el cual el pecado ha roto la alianza con Dios». Que coincide con la des­ cripción que en otra parte hace del «pecado del mundo». «Como decimos 20. En consonancia con su teoría Sch desarrolla con amplitud y reiteración la idea de la contracción del p. original por el ejemplo, idea que expresamente recoge de Pela- gio y que quiere profundizar. A sí en un detenido estudio sobre «E l ejemplo com o fenó­ meno social en ámbito del pecado y de la redención», PR 173-207. D on de los antiguos hablaban de trasmisión del p. original por generación, Sch hablará, con los pelagianos, de trasmisión por «im itación», por el «ejem p lo»; si bien quiera dar a este concepto una dimensión más honda, e insista en que la «im itación-ejemplo» no viene de Adán, sino de todo otro hombre pecador. Hay, pues, en Sch visible tendencia a subrayar la acción salvadora de Cristo com o «Paideia», según el ideal greco-cristiano antiguo. Hablando en latín los pelagianos decían que Cristo nos había redim ido con la «doctrina», con el «ejem plo». Y , en sentido inverso, Adán nos perjudicó con su «ejem p lo». N osotros con­ traemos su pecado «im itando» aquel ejemplo que él nos dio en el paraíso.

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