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414 ALEJANDRO DE VILLALMONTE el N .T . conoce este doble modelo. En todo caso Schelkle insiste en que Pablo desconoce la idea de un «pecado hereditario»: la culpa no es heredable. Tam­ bién en referencia al N .T . Sch opina que «la caída en pecado (de la huma- nilad) no es la decisión de un solo hombre o de una sola pareja, sino de la entera historia, de los hechos pecaminosos precedentes, por cuanto esta his­ toria determina la situación en que nace cada uno» [PR 28 ], Lo que habría que mantener como seguro en la Escritura entera es la convicción de la solidaridad de todos en el pecado, como lo son en la salva­ ción. Por eso dice Sch que «la solidaridad en el pecado es, sí, el contenido de la revelación, pero no lo son los modelos en que se representa esta soli­ daridad, modelos condicionados por el tiempo y por la cultura» [P R 29 ]. Cartago-Trento dieron otra explicación mediante la cual excluían la expli­ cación pelagiana; pero no consta que quisiesen excluir la del «escrito sacer­ dotal» P. ni la del IV Evangelio [P R 31 s.]. N i, por tanto, la que ahora pudiera, razonablemente, proponer una teología renovada 16. La aplicación de los mencionados principios hermenéuticos a los textos de la Escritura y del Magisterio le lleva a Sch a una conclusión de primor­ dial importancia: la eliminación de la que venimos llamando «teología de Adán» y de la función específica que tradicionalmente se le atribuye. Nunca habla Sch de Adán como personaje histórico; ni siquiera con aquella historicidad «peculiar» que hablaban por estos años exegetas y teó­ logos. Hecho cargado de consecuencias. La primera es la eliminación del «estado de justicia original» como situa­ ción sobrenatural real en que se hubiese encontrado, al inicio la humanidad. Sch se adhiere expresamente a la conocida enseñanza del «Catecismo Holan­ dés». A su modo de ver el estado originario privilegiado «se puede mantener únicamente si se mantiene simultáneamente la tesis de la peculiar impor­ tancia del primer pecado en el destino religioso-moral de la humanidad. Ahora bien, reiteradamente Sch rechaza este primer pecado originante. Ade­ más de la explicación clásica, «existe otra explicación según la cual el pecado del primer hombre en sentido cronológico no se diferencia esencialmente de los pecados posteriores. En este caso se acepta tal pecado sólo como uno más de toda la serie de pecados, de tal manera que todos los pecados, in­ cluido el primero, ponen al hombre, desde un comienzo y de una misma manera, en tal situación [H P 1033-1038 ], E l primero no tiene, de suyo, más influencia que cualquiera de los posteriores. Incluso entre éstos los puede 16. «E n lugar del pecado de Adán en Gén 3, me inspiro en la pecaminosidad uni­ versal de Israel y de toda la humanidad; en lugar de la perspectiva de Pablo sobre el pecado de uno solo, me inspiro en el 'pecado del m undo’, de Juan; en lugar de Agus­ tín era más bien la tradición griega... incluso la tesis pelagiana, en cuanto que pienso haber desarrollado la doctrina del mal ejemplo más allá de lo que Pelagio y la ortodoxia lo hicieran», Mysterium Iniquitatis, 582-3. Cf. PR 94.

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