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EL PECADO ORIGINAL. 413 moderno no es el primer intérprete. Entre el dato y el intérprete hay ya una teología, que es a su vez una interpretación del dato (por ejemplo, los enunciados de Cartago y Trento son ya una interpretación). Pero hay más. «Quiero decir que el dato mismo, en su primera formulación, es va una interpretación. E l hombre es un ser interpretante, una inteligencia interpre­ tante... No hay revelación que sea una palabra pura de D ios... A sí el p ri­ mer mensaje y, sobre todo la Escritura, es ya una interpretación. La tradi­ ción no es sino una historia de interpretaciones que se continúan y se renue­ van, y esta historia de interpretaciones no se acabará sino con la historia de la humanidad terrestre» [P R 97-8, 122 ]. Por lo que respecta al tema del pecado original téngase en cuenta que esta verdad surgió, en su formulación explícita, en el contexto teológico e ideológico de la polémica antipelagiana. Y si queremos remontarnos a su rudimentaria formulación bíblica, pues también ésta aparece relativizada en el modo que ahora veremos [P R 98 -101]. Aunque Sch mismo no es exegeta conoce suficientemente la Escritura como para poder afirmar que su hipótesis teológica no está en contra de los mejores logros de la exégesis moderna referentes a los textos sobre el pecado original. En efecto, siguiendo el pensamiento de dos publicaciones recientes sobre el tema (1969 ) una referente al A .T. de ]. Scbarbert y otra de K. H. Schelkle sobre N .T., ambos autores concuerdan: 1. La «doctrina del pecado original», dimanante del relato yahvístico, no es la única exposición de una solidaridad en el pecado en el Antiguo ni tam­ poco en el Nuevo Testamento» [P R 18, 2 7 ]. 2. La doctrina clásica sobre el pecado original no se identifica, sin más, con ninguna de las exposiciones bíblicas; se desvía de ellas sobre todo por cuanto reconoce una función esencial a la descendencia biológica [P R 18]. E l A .T . expresa la solidaridad de todos los hombres en el pecado mediante la «mentalidad de clan» y la idea de «personalidad corporativa»: los hombres todos son solidarios en el pecado y en todas las consecuencias del pecado, sin distinción neta de ambos aspectos. Pero el mismo Schabert señala que hay otros modelos para explicar el origen del pecado. La literatura sapiencial dice simplemente que «el hombre particular es pecador por su mismo ori­ gen» [P R 21 s.]. E l «escrito sacerdotal» P., subraya más la responsabilidad de cada hombre y de cada generación en el pecado. Por eso el «pecado ori­ ginal» del yahvista está aquí reemplazado por la debilidad congènita de «toda carne» [P R 22-3]. A l final del A .T ., Ecl 25, 3 3 y Sab 2, 23 señalan a la mujer y al diablo, respectivamente, como introductores de la muerte- pecado en el mundo [P R 2 7 ]. También Schelkle reconoce que en A .T . hay dos modelos para exponer la caída del hombre en pecado: «el pecado al comienzo de la humanidad o de un pueblo y la inclinación pecaminosa e innata en el hombre». También 3

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