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4 1 2 ALEJANDRO DE VILLALMONTE dicionado por la situación. Se anuncia algo que sin género de duda tiene validez no sólo para el tiempo concreto en que se enuncia, pero se dice con medios de dicho tiempo, en conexión con modos de ver de dicho tiempo y como respuestas a preguntas de dicho tiempo» [P R 49] l5. La primera regla sería esta: Un texto no responde directamente a pre guntas que no se planteaban en el momento en que se produjo dicho texto» [P R 49 ]. Aplicando esta regla al caso presente, parece indudable que ni Gén 1-3 ni Rm 5, 12 ss. ni Trento pudieron dar una respuesta directa a la cuestión del origen evolutivo de la especie humana. No se presentó tal tema en su horizonte cultural. Lo mismo habría que decir con referencia al modo «biológico» o «sociológico» en que pudiera trasmitirse el pecado original. «Lo que en nuestro primer principio se ha formulado negativamente, se puede expresar ahora positivamente en un segundo principio: Los textos deben interpretarse conforme a lo que pretenden afirmar en primera línea, es decir, conforme a la cuestión a la que quieren dar respuesta» [P R 5 1 ]. Aplicando al tema del pecado original, parece claro que los textos de Car- tago y Trento lo que quieren afirmar como verdad básica es la necesidad y eficacia de la redención de Cristo que se aplica a los niños por el bautismo. Bajo este punto de vista también consideraban como necesario hablar de la dependencia del pecado de los niños respecto de Adán; así como presu ponían la historicidad, en sentido propio, del mismo como padre único del gé nero humano. Pero nada se diría sobre la posibilidad de salvaguardar aquella verdad básica — necesidad de la gracia y redención que se comunica en el bautismo— en otra hipótesis, por ejemplo, cuando se habla del poligenismo antropologógico y del «pecado del mundo» como causante de la situación de pecado en que todo hombre se encuentra [P R 51 s.]. La tercera completa las anteriores. Dado que los textos del Magisterio con tanta frecuencia tienen carácter polémico: «Cuando una declaración doctrinal va dirigida contra una determinada opinión, entonces también lo que en ella se enuncia positivamente habrá de interpretarse, en primera línea, como reprobación de la opinión condenada, y no necesariamente como la única exposición posible del misterio de fe que se quiere proteger contra tal opinión condenada» [P R 5 2 ]. Este principio tiene aplicación, por ejem plo, cuando el Tridentino habla de que el pecado original se trasmite por generación y no por «imitación». Podría pensarse en que la «propagación» no sea exclusivamente biológica (aunque los teólogos de Trento no pensasen en otra de otro tipo) [P R 53 ss., 3 2 ]. Ahondando un poco más en el problema Sch hace una observación «que es quizá sorprendente, pero que es, sobre todo, liberadora. E l intérprete 15. Otras reflexiones hermenéuticas básicas también para el problema del pecado original las propuso Sch en 'Ereignis und Geschehen’, 1-21. Con peculiar referencia al p. original, 11, 15 s.
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