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EL PECADO ORIGINAL. 409 comete históricamente la falta cuya impronta llevan todos los miembros al nacer. La humanidad entera es así responsable de la situación pecadora que, por ser de ella, envuelve al individuo que nace en esa comunidad humana. El originante sería el estado de pecado que la humanidad en su historia tolera o quiere com o su estado natural. A sí, cada uno de los miembros de esta comunidad por que, hasta lo más hondo, forma un cuerpo con ella, participará del estado de pecado en el que se encuentra la comunidad humana» [51 s.]. Sin embargo, el pecado de la comunidad como tal no se impone de forma que quede excluida la responsabilidad personal. Cada uno aumenta el peca­ do universal con su pecado personal. «Todo hombre que peca contribuye ahacer pecadora a la humanidad y, al mismo tiempo, demuestra que ésta es pecadora... Nuestro pecado personal destiñe sobre la comunidad de la que somos miembros. Por ese elemento supra-individual de nuestro pecado personal, la misma humanidad como totalidad es afectada y constituida pe­ cadora... Ella es no sólo heredera sino causa del pecado» [52 -5 1 ]. E l peca­ do de la humanidad, el «pecado del mundo» es una realidad histórica, flu­ yente que crece con los pecados de cada hombre; constituye a cada hombre pecador y crece ella misma por el pecado de cada uno. Es inevitable recor­ dar aquí las fórmulas antiguas de la humanidad como «masa de pecado», «masa de pecadores». Si bien Ma insiste en que la unidad de todos en el pecado sólo es posible comprenderla a la luz de los designios de Dios que quiere salvar a todos los hombres en Cristo [56 -7, 59 ss.]. En esta perspectiva ya se ve el puesto que se reserva para Adán: «es el nombre religioso de la humanidad en cuanto forma un todo pecador, co­ mo Jesucristo es el nombre de esa misma humanidad en cuanto es un todo salvado... Adán es también el primer hombre. Pero en nuestra perspectiva queda inmerso del todo en la comunidad de la humanidad pecadora. Por­ que él, ya no es la causa única de la situación histórica de pecado en que está la humanidad, es su iniciador. Adán, como hombre primero sería el pecador inaugural... (N i será tampoco el mayor pecador)... Su importancia le viene de que, siendo el primero, es él quien «lanza» (pone en marcha) la historia humana» [5 8 ] por los caminos del pecado. Se advierten en Rondet (Martelet) tendencias similares a las observadas en Smulders y Hulsbosch : Se mantiene el dogma del pecado original originado; pero su busca nueva «etiología», nuevo origen de esa situación. Se elimina toda situa­ ción y actuación privilegiada del primer hombre, Adán, en el hecho del pecado original. Con ello la polémica con la ciencia, referente al origen m onogenético o poligenético de la especie humana, queda superada. Porque quedó superada la «teología de A dán» — la primacía en la historia de salvación es devuelta a Cristo, según propo­ nía san Pablo y la mejor tradición teológica. El fenómeno del pecado es contem ­ plado desde Cristo, en orden a Cristo, para gloria de Cristo.

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