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408 ALEJANDRO DE VILLALMONTE A l lado de Rondel, completando su pensamiento, debemos traer la expo sición de G. Martelet sobre el pecado de Adán 11. Su estudio nos interesa en cuanto ahonda en la idea del «pecado del mundo» como originante de la situación pecadora en que todo hombre nace, asumiendo de esta forma la función que tradicionalmente se le imponía al primer hombre, Adán. G . Martelet ( = M a ) quiere responder a la pregunta: ¿quién fue el origi nante de esta situación pecadora que llamamos pecado original originado? Adán, se dice. Pero en Adán «es toda la humanidad la que debe verse como responsable de una condición nativa de cada uno de sus miembros. Todo nuestro trabajo consistirá en explicar lo que significa esta segunda hipóte sis» [ 4 1 ] . Son varias las razones que le impulsan «a buscar en la humanidad entera la explicación de su condición pecadora» [4 4 ]. Pero no hay que huir hacia ningún pecado prehistórico, intemporal, preexistente, o «noumenal» a estilo kantiano. E l pecado originante tiene que ser tan real, tan histórico como lo es el originado, si no queremos d ilu ir a éste: «L a verdadera culpabilidad que nos afecta en el originado postula la verdadera culpabilidad de un verdadero originante, del cual el originado no es más que el contragolpe y herencia en la humanidad. Si se rechaza el originante, el originado queda reducido a un estado de naturaleza sin culpabilidad... (pues) «lo que ca racteriza al originatum es que, cada hombre, por el hecho mismo de su aparición en la humanidad, entra en el movim iento de una libre elección de esta misma humanidad, movim iento que le constituye pecadora en todos sus m iembros. Es lo que, en estricto rigor teológico, se expresa diciendo que el originado es, en el niño, un verdadero pecado «d e naturaleza». A sí el originado . .., desde su naci m iento «establece al niño en ese mundo humano que se caracteriza, en su última profundidad, por la libre actitud que toma ante D ios» [4 5 ], Ma insiste en que la humanidad entera, vista como un todo, como comu nidad, es la que se aparta de Dios con su comportamiento, con una falta rigurosamente histórica. Conviene evitar toda huida hacia un pecado intem poral, pre-histórico o hacia una situación metafísica inculpable de la natu raleza humana [4 6 -7]. La humanidad se hace pecadora como efecto de su propio comportamiento histórico. Según explica Ma, «es en este comportam iento histórico, en el que la comunidad humana manifiesta continuamente su poder radical de pecar, donde nosotros veríamos la realidad del pecado originante. L o cual no es sino decir que la humanidad toda entera 11. G . M a r te le t , Le péchc d’Adam. Los números entre corchetes del texto se re fieren a las pp. de este art. Gustave Martelet
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