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EL PECADO ORIGINAL. 401 sintética del mismo, si bien sea en forma provisional. No se podría, por hoy, hacer otra cosa7. Parece obvio que para Teilhard-Sch ya no tiene sentido seguir hablando del estado paradisíaco, de un primer hombre, de un primer pecado cualifi cado, de su trasmisión a los descendientes, en fin, de todo lo que venimos llamando la «teología de Adán». Vayamos, pues, a la sustancia misma de la enseñanza tradicional y aquella función radical, aquellos problemas últimos que tal enseñanza (según ellos una «teoría») quiso explicar. Para Teilhard- Sch aquella función sería triple: «1. La función de teodicea: (Salvaguardar) la bondad de la creación en un mundo lleno de maldad. 2. Constatación de que la universal pecaminosidad humana, contraria al plan de Dios, no se debe a Dios. 3. Fundamentar la universal necesidad de redención en el hombre y con ello la universalidad de la acción redentora de Cristo» [189]. Veamos cómo, en una visión evolutiva del mundo, pueden explicarse estos hechos, sin necesidad de recurrir al «pecado original». En primer lugar, ¿ cómo salvaguardar la bondad de la creación y de Dios en un mundo evolutivo ? Sabidos son los intentos de solución en una visión estática del universo: Gnosis. maniqueísmo de diversos matices. La tesis del «pecado en los orígenes» parece «justificaba» la decisión divina de per mitir la existencia del mal: éste, bajo todos sus aspectos, entra en el mundo por culpa del hombre-Adán. Pero en una perspectiva evolucionista tal ex plicación carece de sentido. La muerte y el sufrimiento de los seres vivientes es elemento necesario en un mundo y para unos seres en continua evolución, in fieri, en devenir. Para todo viviente limitado, finito, el morir es «ley de vida», la ley de su propio ser. No es razonable hablar del sufrimiento y de la muerte como consecuencias del pecado contingente, fruto de libre deci sión de un hombre. Lo que en los seres inferiores es simple desintegración-muerte, se tras- forma en desorden, fallo, incompletez moral, en pecado, cuando se trata de los seres libres. En una libertad finita en devenir, en proceso evolutivo de formación, el fallo, el mal-pecado hay que verlo como un sub-producto nece sario del proceso mismo evolutivo en que la libertad está inmersa [195]. «El mal es la sombra que necesariamente acompaña a toda libertad creada en devenir» [197]. Dios puede elegir entre crear o no crear una libertad finita en devenir, pero una vez puesta en esta condición existencial el pecado es estadísticamente inevitable. Ha de suceder con necesidad moral. Por tanto, a nivel intelectual (e. d., teórico y doctrinal) no existe un problema 7. K. ScHMtTZ-MooRMANN, Dic Erbsündc. Überbollc Vorstcllung bleibender Glaubc, 188. Los números entre corchetes en el texto se refieren a las pp. de este libro.
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