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F.L PECADO ORIGINAL. 393 minante y taxativa, como algo desconocido en aquel estadio de la histo­ ria de salvación. Es H. Haag el escriturista que en forma más decidida y reiterada afirma que la enseñanza tradicional sobre el pecado original no se encuentra en el A.T. ni tampoco en toda la Biblia. No es, pues, una doctrina bíblica. Teólogos sistemáticos como U. Baumann y K. Scbmitz- Moormann aceptan, sin reservas, estas conclusiones del escriturista de H. Haag. Por lo que se refiere al N.T. también se avanza hacia la negación de que la enseñanza tradicional se contenga, en forma directa, explícita y for­ mal en Rom 5, 12-21, que es el texto siempre invocado al respecto. Podría admitirse que Pablo ofrece una base a la enseñanza que luego se desarrolló, pero nada más. Esta base la ven algunos, por ejemplo, K. H. Schelkle, en que Pablo contempla al hombre ya en situación pecadora, dominado por la fuerza del pecado antes incluso de su decisión personal. Esta será la que radicalmente le constituye pecador. Sin embargo, también respecto del N.T. se abre paso la opinión de H. Haag que no encuentra base bíblica para la doctrina eclesiástica sobre el pecado original. 6. El tema del pecado original en la tradición Los estudios sobre este aspecto del problema fueron numerosos y signi­ ficativos algunos de ellos. Por lo que se refiere a la tradición patrística, Agustín, como era de esperar, es objeto de los estudios más minuciosos. Ellos demuestran los con­ dicionamientos en que se mueve la enseñanza agustiniana y los numerosos elementos que relativizan y ponen a prueba el valor permanente de sus en­ señanzas en esta cuestión. En primer lugar la «teología de Adán» mante­ nida por el doctor de Hipona no puede ocultar las influencias de la antro­ pología platónica y también los aspectos polémicos de su defensa frente al maniqueísmo. Por otra parte, la base exegética de la teoría no puede menos de aparecer como defectuosa y excasamente crítica desde el punto de vista y situación moderna de la ciencia bíblica. Dentro ya del sistema teológico agustiniano, visto en su integridad, la doctrina sobre el pecado original está muy influida por su enseñanza acerca de la predestinación, en donde Agustín propende a la idea del doble decreto y por su, también visi­ ble, tendencia a limitar la universalidad de la voluntad salvífica de Dios. En relación con esto hallamos su interpretación demasiado restringida de la fór­ mula «fuera de la Iglesia no hay salvación». Su soteriología y su doctrina de la gracia aparecen demasiado dominadas por la orientación bamartiocén- trica: allí donde no hay pecado previo no podría haber redención. La gra­ cia sería, ante todo, una gracia sanante ; desconociendo o no utilizando sufi­ cientemente, en este caso, la perspectiva primordialmente elevante y deifi­ cante de la gracia. Por eso, en Agustín mismo habría que hacer una fuerte

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