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392 ALEJANDRO DE VILLALMONTE En este mismo nivel podemos colocar unas intervenciones del Papa Pablo VI. En ellas se creyó obligado a insistir en ciertos aspectos de la enseñanza tradicional, a la vista de las discusiones y nuevas formulaciones ensayadas por los teólogos en los últimos años. Ante un Simposio internacio nal de teólogos reunidos en Roma el 11 de junio de 1966 el Papa se mues tra un poco receloso con las novedades doctrinales respecto a este dogma y sobre los métodos con que algunos estudian los problemas nuevos. Reafirma plenamente la enseñanza tradicional. Lo mismo hace en la Profesión de fe, el llamado «Credo del Pueblo de Dios», el 30 de junio de 1968: «Creemos que todos pecaron en Adán; lo que significa que la culpa original cometida por él hizo que la naturaleza, común a todos los hombres, cayera en un estado tal, en el que padeciese las consecuencias de aquella culpa. Este estado ya no es aquel en el que la naturaleza humana se encontraba al principio en nuestros primeros padres, ya que estaban constituidos en santidad y justicia, y en el que el hombre estaba exento del mal y de la muerte. Así, pues, esta na turaleza humana, caída de esta manera, destituida del don de la gracia del que antes estaba adornada, herida en sus mismas fuerzas naturales y sometida al im perio de la muerte, es dada a todos los hombres; por tanto, en este sentido, todo hombre nace en pecado. Mantenemos, pues, siguiendo al concilio de Trento, que el pecado original se trasmite, juntamente con la naturaleza, por propagación, no por imitación, y que se halla como propio en cada uno 3. Testimonio fehaciente de que las nuevas propuestas de ciertos teólogos no eran bien vistas por las altas autoridades doctrinalesde la Iglesia. 5. Enseñanza bíblica sobre el pecado original Obviamente nos referimos a los estudios que sobre el tema aparecen en la década de los sesenta. La preocupación por la enseñanza bíblica sobre el pecado original fue bastante relevante durante estos años. No podemos referirnos a los autores y obras que estudian los textos desde el punto de vista filológico e histórico- crítico y aun puramente exegético. Nos fijamos en las conclusiones referen tes a la teología del pecado original. El nivel alcanzado por hombres como A . AI. Dubarle en este aspecto es mantenido y reafirmado por L. Alonso Scbókel, J. Salguero, L. Ligier y otros. Mantienen éstos la historicidad «fundamental» de la narración de Gén 2-3, del estado de primitiva amistad con Dios y el prestigio de primer pecado originante. En el mismo sentido hay que interpretar las investigaciones de J. Scbarbert sobre el pecado original en el AT. Mientras tanto se abre paso otra interpretación menos propicia a ver la figura del pecado original en el A.T. Incluso la excluiría en forma ter- 3. T ex to en A A S 60 (1 96 8 ) 433-45. Cita en p. 439.
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