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EL COLOQUIO PRIVADO DE PABLO. 317 todo improbable el sentido final de |xVj iuo; en el presente caso. Veamos la razón de Schlier: «Está excluido interpretar finalmente — Vulgata, Light- foot— la oración subordinada que introduce, puesto que el pretérito de indicativo se utiliza en frases finales sólo tras una irreal o para expresar una intención irrealizable. De ninguna de esas cosas cabe hablar aquí» l7. Lagrange, por su parte, dice del sentido final, defendido por Loisy: «E! te­ mor de Pablo no sería el de haberse equivocado, sino el de chocar, en caso de no obtener el asentimiento de los notables, con una hostilidad que sería fatal para sus esfuerzos presentes e incluso destructora de los resultados ob­ tenidos. Sólo puede objetarse que, en esta hipótesis, Pablo, por el hecho de haber fundado comunidades, no habría corrido completamente en vano, a menos que dudase de haber asegurado su salvación (la de las comunida­ des), lo que parece estar lejos de su pensamiento; de manera que esta ex­ plicación gramatical vuelve a suponer en él una preocupación personal. Pue­ de añadirse a esto que la finalidad se compagina mal con un imperfecto que supone un hecho adquirido, a menos precisamente que este hecho sea in­ cierto, lo que supone de nuevo la incertidumbre en el pensamiento» 1S. ¿Cómo responder a estas dificultades? La solución resulta bastante sen­ cilla, partiendo de la hipótesis que defiendo en este trabajo. Las objeciones de Lagrange y Schlier tienen fuerza en todo caso en la suposición corriente de que jj-Vj iw;... s3pa¡iov se refiere a la exposición del evangelio de Pablo ante los notables. En este caso resulta bastante raro, hay que reconocerlo, el sentido final de la oración, puesto que Pablo estaba convencido de haber andado bien el camino y no podía por tanto pretender conjurar el peligro de «haber corrido en vano» (!). Nada se resolvería tampoco con decir que, en esta hipótesis, no es cuestión propiamente del temor de Pablo a haberse equivocado en su predicación, sino a tropezar con gravísimas dificultades en la práctica de su apostolado entre los gentiles, e incluso a ver inutilizados sus esfuerzos, si no obtenía la aprobación de los responsables. Porque, en definitiva, se trataría siempre de un temor referido a los notables de la Iglesia, el cual no se compagina fácilmente con la firme convicción paulina de estar en perfecto acuerdo con ellos, al proclamar y haber proclamado has­ ta entonces el evangelio auténtico de Jesucristo. Pero la dificultad pierde su fuerza si nos situamos en el punto de vista de mi hipótesis. Si suponemos, en efecto, que al recordar Pablo a los gá- latas lo que le aconteció con ocasión de su segunda visita a Jerusalén, al referirse más en concreto a la exposición de su evangelio en privado (xax'íSí- av) ante los notables de la iglesia, no alude a temor alguno experimenta­ do por causa de los apóstoles, sino más bien a la preocupación que sintió 17. La caria a los gálatas, 82. 18. Saint Paul. Epitre aux Galatas, Paris 1950, 26 s.

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