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EL COLOQUIO PRIVADO DE PABLO. 327 tión de las observancias del judaismo y exigiendo que se le impusieran a Pablo. Esto daría lugar seguramente a un debate público, que fue prece­ dido (o tal vez seguido) de un encuentro de Pablo con los solos apóstoles. Pero en cualquier caso, ni siquiera el texto de Act 15, 5-7 da pie para pen­ sar que en la sesión pública intervinieron los enemigos de Pablo. Lucas habla de «los apóstoles y los ancianos (xpía¡3óTspo;)». Tal vez la alusión a un «animado debate (iroW.^q os £Y¡T7¡aeto<; -(evo¡iáv7jq)» ha inducido a pen­ sar exageradamente en una oposición violenta a Pablo, cuando es muy pro­ bable — y eso parace deducirse del resultado final de la discusión, aceptado por todos— que se tratase de una sesión en la que se pesaron, sí, todos los extremos de la controversia antes de darle una solución definitiva, pero sin que haga falta suponer que los participantes en el debate se mostraran de­ cididamente hostiles al apóstol. En resumen. La sesión pública de Act 15, 6ss. fue probablemente pre­ cedida por una sesión particular de Pablo con los dirigentes de la comuni­ dad, en la que estos aprobaron la gestión evangelizadora del apóstol, contri­ buyendo después de manera decisiva a su reconocimiento público por la asamblea conjunta de apóstoles y ancianos. Pero en cualquier caso lo cierto es que — a menos que se pongan injustamente en tela de juicio las asevera­ ciones del apóstol— en el caso de que hubiera habido por lo menos una doble sesión, privada y pública, fue la primera la que tuvo para Pablo ver­ dadera importancia y la única desde luego que le interesa poner de relieve, cuando recuerda a los gálatas el éxito de su segundo viaje a Jerusalén. Conclusión Después de todo lo dicho puede apreciarse mejor la diferencia que existe entre la explicación dada para entender Gal 2, 2 y las que se encuentran ordinariamente en los comentarios. En la solución corriente se interpreta el pensamiento paulino de este modo: «les expuse mi evangelio a los nota­ bles, para que mis afanes de ahora o de entonces no resultasen vanos» (o en el caso de Schlier y otros: «por temor de que mis afanes pudieran resultar o haber resultado vanos»); de otro modo: ya que, de no hacerlo, es decir, en el caso de no haber expuesto su evangelio a la aprobación de los nota­ bles de Jerusalén, los esfuerzos de Pablo podían quedar estériles 38. De acuer- res sin embargo que, con razones que me parecen insuficientes, niegan la historicidad de este viaje paulino de misión, anterior a la asamblea de Jerusalén (cf. G. B ornkamm , o. c., 83 s.). Pero, en el caso de haber sido así, mi tesis quedaría más bien reforzada, en cuanto habría menos motivo aún para pensar que Pablo llegó a Jerusalén precedido de las acusaciones de los judaizantes por su manera de entender y llevar a la práctica el evangelio entre los gentiles y con la obligación de someterse al juicio de los notables de la Iglesia. 38. Pero si de lo que se trataba en definitiva para Pablo era de conseguir la apro­ bación indiscutible de los apóstoles de Jerusalén, ¿no hubiera sido lo más lógico cele-

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