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EL COLOQUIO PRIVADO DE PABLO. 319 cuanto a la validez de lo que ha hecho hasta el momento, pero sí se siente preocupado por la posibilidad de que las exigencias de los judaizantes pu­ dieran dañar los frutos de su apostolado. De todo esto podemos concluir que Pablo no quiere decir lo mismo cuan­ do afirma que «el evangelio que yo os anuncié ...no me lo ha transmitido y enseñado ningún hombre, sino una revelación de Jesucristo» (Gal 1, 11. 12) y cuando da a entender que no «había corrido ni corría en vano» (Gal 2, 2). En el primer caso la certeza de Pablo tiene carácter doctrinal : el após- posee «la verdad del evangelio» (2, 5. 14). En el segundo se trata de actua­ ción pastoral. En la hipótesis inconcebible de que los notables de Jerusalén hubieran impuesto a Pablo que exigiera por principio a los gentiles la cir­ cuncisión y la observancia de la ley, Pablo se habría rebelado contra lo que hubiera sido una traición al evangelio de Jesucristo; y en este sentido que, repito, no creo que es el de Gálatas, el apóstol seguiría en su convicción de no haber trabajado inútilmente. En cambio si los apóstoles hubieran apro­ bado el evangelio de Pablo, pero debido a la presión de los judaizantes le hubieran impuesto lo que aquellos pretendían, Pablo se sentiría tan seguro como antes de la verdad de su evangelio, pero a causa del perjuicio que se ocasionaría a su apostolado, podría decir con razón que su trabajo pasado y presente quedaban esterilizados. Cuestión, como puede verse, de ministerio pastoral, no de doctrina. Esto es fácil de comprender no sólo en cuanto a la actividad presente y futura de Pablo, sino incluso en cuanto al pasado, ya que las iglesias de la gentilidad recibirían un impacto negativo por el he­ cho de que a su fundador, Pablo, le hubieran impuesto los apóstoles de Je­ rusalén que cambiase su actuación misionera, y podrían llegar a pensar que Pablo había obrado equivocadamente y por tanto debían desconfiar al me­ nos de la legitimidad de su apostolado. ¿Qué duda cabe que esto hubiera supuesto para Pablo realmente «correr o haber corrido en vano»? ¿No es en definitiva eso lo que teme pueda sucederle con los gálatas (1, 6. 7; 3, 1-4; 4, 8-11. 21; 5, 2-4. 7; 6, 12. 13), si estos se dejan seducir por los judaizantes? Pero en definitiva Pablo ha logrado que los notables de Jerusalén no le impongan ninguna obligación especial respecto a los convertidos de la gen­ tilidad; y esto lo ha conseguido gracias a haber tratado privadamente con ellos de todo lo concerniente a su apostolado. Por lo demás la certeza de­ finitiva de no haber corrido en vano sólo la alcanzará Pablo al final de su carrera. El apóstol desea que sus fieles lleven levantada en alto la palabra de la vida, «lo cual será» — añade— «gloria para mí en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano (o’ix síc xsvóv £§pa¡xov), ni en vano ha­ bré trabajado (oú3s eíc xevov Ixtmaoa)» 21. Flp 2, 16. «Sus trabajos de entrenamiento han tenido éxito en la iglesia de Filipos, y esto llena a Pablo de esperanza para el Día de Cristo, o sea, el día en que

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