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318 ANGEL RODENAS de que los judaizantes pudieran estorbar su labor apostólica, exigiéndole públicamente que obligara a la circuncisión y a la observancia de la ley a los gentiles convertidos al cristianismo, no hay lugar ya en ese caso a hablar de un problema doctrinal, sino a lo sumo de orden disciplinar o, si se pre­ fiere, de oportunidad pastoral. Pablo podía muy bien dar sentido final a la oración conclusiva de! v. 2 y usar a la vez el verbo «correr» en aoristo in­ dicativo (ISoajtov), violando aparentemente las reglas de la sintaxis lí), sin incurrir en contradicción ni retractarse de sus íntimas convicciones. Pablo era consciente de poseer el auténtico evangelio, el mismo que proclamaba la iglesia de Jerusalén. No dudaba de que los apóstoles aprobarían lo que había hecho hasta el presente, e impulsado por el noble afán de exponerles su evangelio, en un gesto de unidad y comunión entre la iglesia de Jeru­ salén y las iglesias de la gentilidad, se reúne en privado con los notables20. Pero esta reunión tiene además otro objetivo: evitar que los judaizantes pudieran inmiscuirse en su tarea apostólica y echar a perder lo que había hecho (aoristo) y lo que estaba haciendo (presente), en cuanto tal vez pre­ sionarían en público ante los notables para que estos impusieran al apóstol la obligación de circuncidar a los gentiles que se convertían a Jesucristo, bajo pena de negarle la comunión. Enfocadas las cosas de este modo no resulta extraño que Pablo insinúe la posibilidad de «haber corrido en vano» y actúe con habilidad para que no suceda tal cosa. Lo que Pablo ha hecho hasta el momento como heraldo del evangelio está ahí como una realidad innegable, es algo que pertenece a un pasado que no se puede cancelar. Acerca de esto no hay vacilación en el apóstol. Pero esto no es óbice para que sienta cierta preocupación de ca­ ra a los judaizantes, siempre tenaces, y por tanto haga lo posible a fin de que no echen a perder la tarea ya realizada y la que seguía cumpliendo, im­ poniéndole condiciones que él juzga inaceptables desde el evangelio y que, en caso de ser aplicadas, herirían de muerte su apostolado. Sólo bajo este punto de vista Pablo podía admitir la posibilidad de «correr o haber corrido en vano». Entonces no hay inconveniente en dar sentido final a la subordi­ nada ni] scip(/|3.ov, ya que el empleo a primera vista insólito del aoristo se explica bien, si aceptamos que Pablo no duda ni abriga temor alguno en 19. Cf. la explicación que da M. Z erwick de esta construcción en Graecilas Bíblica exemplis illuslratur, 4.a ed., Roma 1960, 109. 20. «Esta proposición» —lo que dice Pablo en Ga 2 , 2 — «no significa de ningún modo que esté dispuesto a renunciar al mensaje que le ha sido encomendado por Dios, no por los hombres, o a modificarlo lo más mínimo según su deseo. El apóstol expresa más bien su aprensión; porque nadie tiene más interés que él en la unidad de la Iglesia que forman judío-cristianos y pagano-cristianos, y teme que la comunión eclesial le sea rehusada a estos últimos». G. B ornkamm , Paul, Apótre de Jésus-Christ, trad. L. Jeanne- ret, Genève 1971, 76. Aunque la opinión de Bornkamm no coincide plenamente con la mía, creo interesante subrayar la importancia que él también atribuye a la preocupación paulina por la unidad de la Iglesia para justificar el modo de expresarse.

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