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280 SATURNINO ARA parroquia sólo a nivel de su vida vivida en comunión con la iglesia parti­ cular, y en la medida en que tal comunión existe realmente, se descubriría ya una cooperación real y eficaz. La presencia de los religiosos en la parroquia es además de comunión, cooperación real y eficaz en casos bien concretos: los religiosos especialistas que animan grupos cristianos, los cuales, aunque desbordan los límites terri­ toriales de la parroquia, constituyen células vivas de la iglesia local y pa­ rroquia; simples religiosos, con frecuencia, técnicamente muy bien prepara­ dos, que dirigen toda gama de actividades y trabajan en la misma iglesia y oficinas parroquiales; religiosos de vida contemplativa que, aunque apa­ rentemente aislados del resto de la parroquia, su presencia, actividades y posibilidad son mucho más ricas de lo que se piensa 19. Puede haber excep­ ciones. Se dice que algunas casas religiosas están demasiado cerradas y no participan en la vida cristiana de la parroquia. Pero tales casas tienen la vida cristiana dentro de los edificios y el apostolado fuera. No se puede negar que necesitan una vida íntima propia a la comunidad o grupo de base, aun­ que bien podrían esforzarse algo más por celebrar los misterios de la vida cristiana, sobre todo en algunas circunstancias, con la comunidad parroquial. Y, tal vez, en el programa de los próximos años deberá constar un propó­ sito de esfuerzo más decidido de colaboración a escala parroquial, o, al me­ nos diocesana, para expresar mejor la unidad de misterio de Cristo. Respecto de su apostolado, y puesto que éste se ejerce fuera de sus edi­ ficios residenciales, no cabe la menor duda que es apostolado diocesano o parroquial; en circunstancias cabe que sea atribución parroquial. Así se ex­ presaba la Tercera ponencia, «Criterios y cauces de la acción pastoral de la Iglesia», de la Asamblea Conjunta Obispos-sacerdotes, cuando al tratar el problema de la revisión de unidades pastorales de base: parroquias, arzipres- tazgos, etc., decía: «Tratándose de la parroquia, es evidente la necesidad de atender a los aspectos funcionales de la misma. Habrá que pensar en nue­ vas modalidades de presencia eclesial, según los ambientes socio-culturales, etcétera. Sobre todo debe tenderse a que coincidan lo más posible "parro­ quia” y comunidad, concediendo atribuciones parroquiales a las que ya exis­ ten de hecho en la iglesia, colegios, clínicas o centros de convivencia»20. 19. V. C h ic o , o . c ., 502-503. Véase también A. M u c ie n t e s , L o s monasterios en la vida de la parroquia, en Vida Religiosa, Boletín Informativo 41 (1976) 393-398. 20. Asamblea Conjunta Obispos-sacerdotes, Madrid 1971, 299. Es lástima que las conclusiones de esa tercera ponencia no hubieran recogido estas ideas. Véase también, 346-347, ib. En las conclusiones de la cuarta ponencia se dice algo, aunque teológica­ mente impreciso y con muy poca garra, sobre la integración de los religiosos en la co­ munidad diocesana. Copiamos la conclusión 24: «Los religiosos y las religiosas pertene­ cen plenamente, según su modo (el subrayado es nuestro), a la comunidad eclesial. Por ello, debe evitarse toda realidad o apariencia de marginación o aislamiento. La valora­ ción pastoral de los religiosos debe ser proporcionada a la gran importancia de su pro­ pio carisma dentro del pueblo de Dios» (Ib., 411).

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