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LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS. 3 0 7 Cabría que los señores Obispos, por su parte, pensaran en una retribu­ ción a todos los religiosos que trabajan en la diócesis en ministerios directa­ mente apostólicos y en el beneficio de sus feligreses, tales como el confeso­ nario, la formación catequética, asistencia a grupos especializados, comuni­ dades eclesiales de base, etc. Sería conveniente que tomaran conciencia y tu­ vieran presente que los religiosos y sacerdotes-religiosos, al servicio de la iglesia local, han sido formados sin el sacrificio y aportación de las arcas de la Curia diocesana. Que los templos de las casas religiosas han sido el fruto de un desinteresado desvelo pastoral y, en muchos casos, el resultado de grandes sacrificios y privaciones, renuncias también, de Ordenes religiosas sin posibilidad de patrimonio ni de rentas. Que los ancianos y religiosos ma­ duros han gastado, de forma prematura, su salud en servicios a otras iglesias locales, y que las mismas casas de formación son una pesada carga econó­ mica para los Institutos religiosos. La iglesia local donde tienen sede dichos Institutos debería comenzar a calcular la manera de hacer propia esa pe­ sada carga. Ello no sería más que un simple gesto cristiano. La iglesia local deberá tomar en serio la necesidad de ayudar las obras de los religiosos que responden a iniciativas y necesidades de la misma iglesia local como pueden ser los colegios de enseñanza, los hospitales, e incluso las residencias de misioneros y las mismas casas de formación. No son muchas las cosas que hemos sugerido respecto al futuro de los contratos de entrega y aceptación de parroquias por los religiosos, pero son suficientes para poder presentar al pueblo cristiano un ejemplo de Obispos y religiosos que trabajan unidos — y no sólo sometidos— con visión pasto­ ral de futuro y en términos de verdadera comprensión del significado de la iglesia local y universal. Conclusión : Hemos comenzado estas líneas recordando una efemérides de los Hermanos Menores Capuchinos, el IV Centenario de su venida a la Península Ibérica y el I de la Restauración en España. Hemos querido apli­ car estas reflexiones sobre el ministerio parroquial de los religiosos a la identidad franciscano-capuchina. Cuando los primeros capuchinos llegaron a tierras castellanas, se instalaron fuera de la ciudad y buscaron el retiro y el aislamiento. Es una de las constantes de las Ordenes religiosas. Hoy los capuchinos, como las demás Ordenes y Congregaciones religiosas masculi­ nas, se encuentran en las grandes ciudades y se consagran a la cura parro­ quial, preferentemente, urbana. Y como en éste, en los demás servicios apos­ tólicos, se pone de relieve el discutido y profundo paralelismo de las acti­ vidades de todos los Institutos religiosos en el último siglo70. 70. R. H ostie , Vida y muerte de las Ordenes Religiosas, Bilbao 1973, 1973. Des­ pués de haber terminado la redacción de estas líneas, hemos leído unas notas publicadas por L. G utiérrez , Parroquias encomendadas a los religiosos, en Confer 16 (1977) 169- 197. A ellas remitimos, servirán para ampliar conceptos y aclarar ideas sobre los con-

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