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LOS HERMANOS MENORES CAPUCHINOS. 295 rales. Un equipo parroquial de consagrados, con residencia en una casa re­ ligiosa que alberga a otros muchos más Hermanos, ofrece grandes posibili­ dades de actuación apostólica. El equipo parroquial debe ser consciente de los valores y misiones específicas que cada uno de los individuos de la casa religiosa tiene en la misma, es decir, tiene que reconocer que cada uno debe cumplir con su «deber» personal y realizar su trabajo y no sólo con la «de­ voción» de arrimar el hombro al vecino. Cuando el equipo parroquial haya comprendido y valorado el caudal que oculta la comunidad, tratará de en­ cauzarlo hacia el servicio de la parroquia y hará de la casa religiosa una unidad pastoral en pequeño, donde junto al párroco y coadjutores podrá encontrar ocasión de prestar ayuda el especialista en ciencias sagradas, el director de grupos matrimoniales, el líder y animador de juventudes, el me­ tido en cuestiones matrimoniales, etc. Se servirá para la cura parroquial de todas las fuerzas que puedan existir en la casa religiosa y de los grupos dirigidos por los diversos individuos de la misma. Una parroquia en manos de religiosos debería ser, por consiguiente, un modelo de trabajo en equipo; debería arreglárselas para que en ella parti­ ciparan todos los hombres de la comunidad con los valores propios de su especialidad, sin buscar atarlos demasiado estrechamente a la cura parro­ quial en sentido estricto. De esta forma se llegaría, incluso a dar trabajo a sacerdotes especializados que de otra manera no tendrían entrada en los cotos cerrados de la institución territorial de la parroquia y del apostolado parroquial entendido como atención centrada en el cuidado «espiritual» de los feligreses y en manos de párrocos y coadjutores. Se daría ejemplo de esa madurez — llámese virtud— , que sabe apreciar las cualidades ajenas, allí donde se encuentran, hasta servirse de ellas, sin tratar de subordinarlas y sin pretender romper la armonía propia de la autonomía de cada individuo y grupo. Se conseguiría hacer de toda la casa religiosa un equipo parroquial con sentido de futuro. La comunidad religiosa se trasformaría en la unidad pastoral en pequeño con un superior al frente que trataría de animar y unir, superior que podría ejercer las funciones de párroco, punto éste sobre el que no están de acuerdo las legislaciones y la práctica de la vida religiosa. Sería preferible, con todo, que la unidad pastoral fuera constituida por la ciudad o sector de la misma. Que tuviera una capacidad de acogida de unos 100.000 feligreses. En la pastoral planificada de esa unidad pastoral entraría de lleno la comunidad religiosa con su carisma y sus obras especí­ ficas. De esa forma incluso los religiosos trabajarían no solamente con los grupos de la unidad pastoral, sino que podrían salir también al encuentro de cualquier necesitado de que la parroquia, es decir, de que la iglesia local les llevara el mensaje evangélico.

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